Ermita de Nuestra Señora de la Consolación

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Fachada de la Ermita de la Consolación

Sita en la Calle de las Armas se encuentra la Ermita de Nuestra Señora de la Consolación.

No se conoce con exactitud el año de creación de la Ermita, teniendo las primeras noticias de la misma en 1410, como se nos dice en Paseos por Córdoba, con la advocación de Nuestra Señora de la Consolación, San Nuflo, San Lorenzo y San Martín. Tuvo en sus inicios la misión de ser hospital de convalecencia, albergando durante las epidemias que sufrió la ciudad. En concreto se tiene constancia de haber sido Casa de Expósitos hasta 1599, fecha en la cual y por orden del Obispo Francisco Pacheco se trasladó al Hospital de San Jacinto, donde estuvieron hasta 1642, fecha en la cual de nuevo regresaron.

El retablo de la actual ermita es de principios del Siglo XVIII

Según Ramírez de Arellano [1]

El edificio más notable de la calle de Armas es la ermita de Nuestra Señora de Consolación. Forma tres naves que dividen cuatro arcos sostenidos por dos hermosas columnas de mármol rojo. En el centro está el altar mayor, con camarín, y en él la imagen de vestir de la titular. El retablo, del mal gusto de principios del siglo XVIII, tiene en lo alto un nicho en que se venera una esculturita de barro muy bonita, que representa a la Virgen con el Niño en los brazos, hallada casualmente en la caña del pozo, cubierto con una losa, que hay en la nave de la epístola. Formando zócalo se ven tres preciosos cuadros de Antonio del Castillo, que representan a los santos patronos Acisclo y Victoria, y un grupo de ángeles sosteniendo un paño en que se leen las palabras de la consagración. En la nave del evangelio hay dos altares con San José y Jesús Nazareno, y en la de la epístola otros dos con San Rafael y San Antonio.
En esta iglesia hubo algunas pinturas al fresco de Agustín del Castillo, quien pintó también, primera vez, una Anunciación que se ve en el triángulo que forma la portada exterior, si bien nada ha quedado de la primitiva.
La fundación de esta ermita, que en un principio fue hospital de convalecientes, alcanza muy al principio del siglo XV, puesto que ya se hace mención de ella en 1410 con la advocación de Nuestra Señora de Consolación, San Nuflo, San Lorenzo y San Martín. Mas nunca tuvo gran importancia como hospital, y sí como una de las cofradías de limpieza de sangre más antiguas y distinguidas. Las primitivas reglas no sabemos cuándo se aprobarían, pero sí otras, que lo fueron por el arcediano don Francisco de Simancas, provisor general sede vacante, a 20 de noviembre de 1557, las que se ampliaron después y se tornaron a aprobar en 29 de julio de 1611.
Creada la casa de Expósitos y no teniendo local independiente donde albergarlos, el obispo don Francisco Pacheco dispuso establecerla en este hospital, donde estuvieron hasta 1599, que el obispo don Fray Domingo Pimentel los volvió a esta casa, de la cual no salieron hasta 1820, que los llevaron al suprimido hospital de San Sebastián, donde permanecen. Aún se ve el sitio de una reja al coro bajo desde el cual oían misa las nodrizas, y la calle inmediata se llama del Tornillo por haber estado en ella el torno en que eran expuestos aquellos desgraciados.
En un principio, cuando estaba dedicado a hospitalidad, era mucho mayor, por comprenderse en él la casa del capellán y las dos que están por cima; éstas fueron vendidas cuando las séptimas partes. Lo que le quedó de cudal fue agregado al Hospicio, donde cobran los intereses de las descripciones.
En todos los libros de actas de cabildos de las hermandades y cofradías se encuentran algunos datos curiosos, y en los de ésta hemos visto la liberalidad de sus individuos en todas las ocasiones en que han podido ser útiles a sus convecinos, como en las epidemias, que acudían al socorro de los enfermos, ya admitiendo en su casa los convalecientes que cabían o ya remitiendo donativos a los otros hospitales, como en 1650, que donaron setenta vestidos completos, tan necesarios entonces, pues como es sabido se quemaron todas las ropas de los contagiados.
Otro apunte encontramos en los expresados libros, en el cual fijamos nuestra atención por el contraste de aquella época con la presente. A principios del siglo XVIII dice que sabiendo la hermandad que la hija de su prioste iba a casarse, considerando los servicios prestados por éste se resolvía regalarle cincuenta reales para “la compra de un jubón bordado de oro”, con cuya cantidad en estos tiempos no hubiera comprado un par de botas.
En esta iglesia se cumplían muchas memorias, dejadas por diferentes devotos, las que no anotamos, pues si lo hiciéramos en todos los templos de Córdoba sería interminable nuestra obra.

Referencias

  1. RAMÍREZ DE ARELLANO, TEODOMIRO. Paseos por Córdoba. Barrio de los Santos Nicolás y San Eulogio

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