Las tenerías cordobesas (Notas cordobesas)
Artículo sobre las tenerías cordobesas y que Ricardo de Montis en esta Nota cordobesa de marzo de 1925. [1]
En los comienzo de la segunda mitad del siglo XIX había en Córdoba gran número de fábricas de curtidos o tenerías, Que se hallaban, generalmente, en los barrios de los extremos de la población, en San Lorenzo, San Nicolás de la Ajerquía y la Merced. En estas fábricas curtíanse las pieles valiéndose de procedimientos primitivos, menos fáciles y rápidos que los modernos, pero de mejores resultados, en los que a la duración de los cuerps respecta. ¡Qué de manipulaciones había que realizar desde que los curtidores compraban las pieles a los ganaderos hasta que las almacenaban, cuidadosamente dobladas, para venderlas a zapateros, guarnicioneros y otros industriales! Primeramente la más penosa, la de arrancar el pelo y la carnaza al cuero, soportando el hedor que despedía a causa de la descomposición producida por la cal con que antes se las cubría; después la inversión de las pieles en los pozos llenos de agua con cortezas de diversos árboles, pozos en que permanecían largo tiempo; la colocación de aquellas en los secaderos; las operaciones de zurrar las con mazos; desgrasarlas; de alisarlas e igualarlas; amén de las de teñir las que no habían de quedar de su color, por medio de la alcaparrosa, las anilinas y otras sustancias. Un año se invertía en el curtido de los cueros que destinaba a la confección del calzado y los efectos de la guarnicionería; el de las corambres para el aceite y el vino resultaba más breve porque no era necesario igualarlas, ni teñirlas ni engrasarlas , sino cubrir las de pez que las impermeabilizara y aumentara su consistencia. Los curtidores de las numerosas tenerías establecidas en la ribera y sus inmediaciones efectuaban las operaciones de pelar las pieles en el lugar de la margen del Guadalquivir denominado por esto Los pelambres, dónde se disponía del agua que no solía apuntar en el interior de las fábricas y nunca faltaban desocupados que entretuviese en sus oficios presenciando la tarea desde los barandales del paseo, sin taparse la nariz para no percibir el insoportable hedor de la carnaza descompuesta por la cal. La curiosidad imponía este sacrificio al olfato. En las tenerías curtíase, principalmente, pieles de caballo, de becerro y de cabra; estas últimas eran los cordobanes, recibieron su nombre del de nuestra ciudad y le dieron fama, preferidos en toda España para el calzado hace tres cuartos de siglo. Los curtidores, al adquirir las pieles, la seleccionaban, destinando las que no tenían defectos a corambres, a esos pellejos, como el vulgo les dicen que si hoy solo se destinan al transporte del aceite y del vino, antiguamente muchas personas de dinero, con especialidad los labradores, los convertían en cajas de caudales, pues en ellos guardaban sus "peluconas" y sus "Napoleones". La gente de campo lleva las pieles de los cerdos para que se las curtiera, a fin de hacer de ellas zahones y polainas, y los cazadores las de los jabalíes, venados y gatos monteses que, adobadas, colocaban delante del sofá, a guisa de alfombra, sobre el lecho, en verano, para que estuviese fresco, o como adorno en los chaquetones, las zamarras y otras prendas de campo. En las puertas de las fábricas de curtidos veíase colgados, en vez de muestra anunciadora, turrones de caza y botas de vino, y también se confeccionaban en las tenerías, aquellas típicas botas indispensables en las fiestas populares y en las giras campestres, que, unión de la guitarra y las castañuelas, simbolizaban la alegría de nuestro pueblo. Todo se utilizaba en la industria que nos referimos; el pelo arrancado a las pieles para rehenchir el asiento y el respaldo de la sillería y de los butacones en que se arrellenban nuestros abuelos; la carnaza para hacer la cola que usan carpinteros y pintores; hasta las corambres viejas e inservibles eran utilizadas por los piconeros para llevar en ellas el agua con que apagaba las hogueras cuando la leña estaba convertida en picón. Tales fábricas proporcionaban trabajo a muchos hombres -pellejeros y boteros denominábales el vulgo- los cuales percibían salarios modestos a cambio de un trabajo muy penoso, especialmente en el invierno, por ser el agua elemento esencial para la preparación de las pieles. Los curtidores formaban uno de los más importantes gremios de nuestra ciudad, el cual se regía por una curiosa ordenanza, y constituyen la Hermandad de Nuestro Padre Jesús en el Huerto, cuya imagen se venera en la iglesia de San Nicolás de la Ajerquía, de dónde fue trasladada, cuando se derrumbó parte de aquel templo, a la de San Francisco y San Eulogio, en la que se halla actualmente. Tal es una de las dos ramas de la industria cordobesa de los cueros, hoy a punto de desaparecer, que, en unión de la otra, la guadamacilería, dio renombre a nuestra ciudad en tiempos ya lejanos |
referencias
- ↑ 'Las tenerías cordobesas. Tomo IX. Página 157. Publicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba. 1989
Principales editores del artículo
- Aromeo (Discusión |contribuciones) [2]