Luisa de las Flores

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Luisa Cortés Rodríguez
Luisa de las Flores


Luisa Cortés Rodríguez, nace en Córdoba el 18 de marzo de 1947 en el castizo barrio de San Agustín. Su familia era de procedencia humilde con oficio de tenderos, conocidos por los “Chiveros” al vender carne de este animal. Aunque parte de la familia también se dedicó a la venta de pescado o verdura y frutas. Su tío “Pacorro” fue un personaje muy popular y conocido tanto por ser pescadero como por ser una pieza fundamental en los carnavales clandestinos de los años cincuenta en torno al compás de San Agustín y calle Montero. Igualmente participó como socio en la Peña Los 14 Pollitos y en todas las verbenas y eventos del barrio.

Se conocía a “Los Chiveros” desde el siglo XIX hasta el año 1963 fecha en que desaparece la plaza. Varios los miembros de la familia tenían puestos en la plaza de abastos. Esta plaza tenía la particularidad de realizarse mediante puestos portátiles desmontables. Precisamente en la casa que nace Luisa se le llamaba “La Posá”, no porque albergara transeúntes, sino porque al tener grandes dimensiones todos los puestos eran trasladados a sus dependencias cuando se desmontaban diariamente la plaza.

Luisa, es popular en su barrio y aledaños por haber sido desde muy temprana edad vendedora de cualquier artículos relacionado con los alimentos. Ya que, a los diez año su madre le ponía un canastillo para la venta de ajos, posteriormente fue pescadera, verdulera y frutera, llegando hace unos lustros a dedicarse a la venta de flores. Regenta un modesto puesto en la Plaza de San Agustín esquina a la Plaza de Pozanco, es ayudada por su hija María Luisa. Igualmente exponer su producto en la puerta de las iglesias donde se veneran imágenes de santos milagreros como el Rescatado, Santa Gema o San Pancracio. Participó varios años en el Festival de los Patios al exponer su antigua casa de San Agustín nº 6. Es muy querida por la clientela y vecinas de su barrio por su servicialidad y desparpajo. Se puede decir sin equívocos que aparte de ser el último representante de la familia de “Los Chineros”, es también la última persona que representa lo que fue el Barrio de San Agustín; un mundo ya desaparecido, lleno de cierto romanticismo por su tipismo y casticismo.

Luisa es una persona alegre, pues anima a las personas que están en su presencia, tanto por su vitalidad, como escuchando los dichos y palabras expuestas con gran torrente de voz, siendo éstas impregnadas de un lenguaje recortado y popular.

Comenta las siguientes anécdotas:

  • Me decía mi madre que cuando se hablaba que iban a quemar conventos llevaron a mi casa a la Virgen de las Angustias para esconderla en un subterráneo que tenía la casa, pues según decían daba con el convento de frailes Dominicos. Allí hicieron todos los vecinos frente común por si llegaba un “desarmao” y quería quemar a la Virgen.


  • Se llevaron a la Virgen de las Angustias una “madruga” en una furgoneta a la iglesia de San Pablo. Si los vecinos se enteran se ponen delante de la iglesia y la Virgen no sale, aunque llegaran los guardias. "Er" primero que hubiera "estao" era mi “Tío Pacorro”.

Se añade esta coletilla aclaratoria sobre este misterioso hecho. El Diario Córdoba de fecha 3 de marzo de 1961 decía lo siguiente: "En la tarde de ayer fue trasladada desde la iglesia conventual de S. Agustín a la Real Iglesia de San Pablo la venerable imagen de las Angustias obra cumbre del genial imaginero Juan de Mesa. Como se sabe, por reciente decreto de su Excelencia Reverendísima el señor Obispo de la diocesis, doctor don Manuel Fernández-Conde y García del Rebollar.... Cosa que la mayoría de los vecinos niegan esta versión de lo ocurrido. Estos testiminios vecinales, -que no hay porque ponerlo en duda- demuestran que hubo interés en ocultar a los cordobes semejante hecho. ¿Qué cuál fue el motivo? Creo que la actas de la Hermandad -si existen- deben decir algo al respecto.


  • Cuando los carnavales no estaban “permitios” las máscaras - entre ellas estaba mi tío “Pacorro”- se escondían de la policía y salían "j´uyendo". Mi casa tenía dos puerta una daba a la plaza, la otra a una calleja, se entraban por la puerta grande y salían por la puerta de la calleja o por las azoteas de las casa “dal lao”. Todo eran risas, gritos y mucha sorpresa.


  • Todavía “quea” una cosa bonita entre los vecinos antiguos del barrio. Que es ayudarnos unos a otros. Cuando una se pone mala te llega una vecina y te ayuda, aunque al día siguiente nos peleemos por pegos o tonterías.



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