Villanueva del Duque (Rincones de Córdoba con encanto)

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Los pueblos
Rincones de Córdoba con encanto
Francisco Solano Márquez (2003)
[1]


Villanueva del Duque / Bajo la protección de dos ermitas

Desde la reconstruida ermita de San Gregorio, situada sobre un altozano al sur de la población, Villanueva del Duque se muestra mansamente extendida sobre la planicie. En la amalgama de tenues colores formada por rojizos tejados, soleadas cales surcadas por dinteles de granito ceniciento y oscuras cercas de corrales tras las que despuntan verdosas pinceladas arbóreas, destaca la oscura mole de la iglesia parroquial. Un lugar estratégico para ver y comprender Villanueva del Duque en una sola mirada, abarcadora del pueblo y de su entorno paisajístico, ahora en junio un amarillento y sereno mar de mieses punteado de encinas, en el que blanquean difuminados por la calima los pueblos cercanos, mientras que en el horizonte azulean las sierras remotas, que marcan ya el confín de la provincia.

Si el viajero desciende desde la ermita de San Gregorio dispuesto a apreciar de cerca los encantos de esta antigua villa minera –las ruinas de El Soldado quedan a dos pasos para certificarlo–, ha de asomarse a la plaza de la Iglesia. Perviven en su perímetro casas de porte acomodado, mientras que en el espacio central prospera un ameno jardín; una ligera estructura metálica a modo de cenador sustenta trepadoras madreselvas, que tejen una umbrosa bóveda vegetal bajo la fuente de granito, en cuyo pilón merodean las avispas.

Pero el edificio que confiere a la plaza su encanto monumental es la parroquia de San Mateo, que asoma a ella su costado del evangelio. Sobre los sillares de granito un rótulo indica que es templo del siglo XV; y no le falta razón, aunque hay que precisar. Según los especialistas, el origen del templo puede remontarse al de la propia población, finales del XV, efectivamente, pero en el siglo XVII sufrió sustanciales reformas que desfiguraron su primitivo aspecto gótico, época a la que corresponden tanto la cabecera como las grandes pilastras de granito que jalonan la nave.

Frente al jardín se abre, entre contrafuertes, una austera portada del XVII, mientras que a los pies, ya mirando a la calle del Sol, se alza la portada principal, escoltada por adelfas y rematada por un austero campanario que no está a la altura artística del edificio. En esta torre siempre parece Navidad, pues en pleno verano permanece instalada la estrella de los Reyes Magos, confeccionada con bombillas ya descoloridas.

Es Villanueva del Duque el centro devocional de cinco poblaciones –junto a ella misma, Hinojosa del Duque, Fuente la Lancha, Dos Torres y Alcaracejos– que comparten a la Virgen de Guía como patrona, cuya ermita se alza a corta distancia de la villa. A través del paseo hoy dedicado al escultor Aurelio Teno y del acogedor parque municipal, una carreterilla peatonal flanqueada de chopos conduce a la ermita de la compartida patrona, que se alza junto al cementerio de la misma advocación, precedida de un bello jardín con verjas, que cuida esta tarde un sacerdote enamorado de las plantas.

Entre dos contrafuertes se abre la sencilla portada de granito, que sobre su arco rebajado ostenta un pequeño rosetón y la sencilla espadaña. En la hoja entornada un rótulo ruega que “por favor, encajen la puerta al salir”. El viajero la empuja cautelosamente, chirrían sus goznes y una bocanada de luz hiere la penumbra interior. Traspasar el umbral es como entrar en otra dimensión, donde el tiempo se detiene, el silencio se congela y en el aire flota una tenue amalgama de olores remotos; flores mustias, cera derretida, añejos exvotos, resecos barnices... A medida que los ojos se acostumbran a la penumbra interior el templo revela su gótica belleza, con las tres naves separadas por apuntados arcos de granito sustentados por robustas columnas.

Tras la verja que cierra el presbiterio se despliega un asombroso programa de pintura mural, que una simple moneda permite iluminar durante unos minutos para contemplarlo con detenimiento; por su belleza y dimensiones destaca el cuadro mural que, a modo de retablo pictórico, representa la Asunción de la Virgen rodeada de apóstoles, mientras que a los lados se aprecian sus desposorios con San José y la Anunciación, y en los cascos de la bóveda los cuatro evangelistas, todo ello envuelto en decorados zócalos y cenefas que no dan respiro a la vista. Una reciente restauración, dirigida por Moisés Moreno y Salomé del Campo, ha devuelto la frescura primitiva a estas pinturas, que el especialista José María Palencia fecha en época renacentista. Delante del cementerio se alza el calvario, tradición devocional de la zona; se trata de un encalado cubo de mampostería que sirve de pedestal a un añoso olivo, a cuyos pies se alinean, en la cara frontal, tres cruces de hierro. El lugar transmite una profunda y sencilla espiritualidad.



Referencia

  1. MÁRQUEZ, F.S.. Rincones de Córdoba con encanto. 2003. Diario Córdoba

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