Batalla de Valsequillo
La Batalla de Valsequillo, también conocida como Batalla de Peñarroya, fue una de las últimas operaciones militares planificadas por el gobierno de la Segunda República a principios de 1939, batalla en la que participaron más de 160.000 soldados de ambos bandos (90.000 republicanos y 70.000 del bando franquista).
Desarrollo
El XXII Cuerpo de Ejército republicano atacó por sorpresa el 5 de enero de 1939 desde sus líneas y logró romper el frente defensivo franquista en el sector de Hinojosa del Duque, abriendo una brecha de unos ocho kilómetros. Al día siguiente, las fuerzas republicanas consiguieron romper la segunda línea de defensa de los rebeldes y ocuparon Fuente Obejuna. Sin embargo, el grueso de las tropas franquistas detuvieron su avance hacia Peñarroya el día 6. A pesar de ello, los republicanos lograron ocupar Los Blázquez y Peraleda del Zaucejo el día 7 de enero. Los partes de guerra de la zona franquista no mencionaron el éxito militar de los republicanos, que además permaneció casi desconocido debido a la atención que se centraba en la simultánea Ofensiva de Cataluña. En ese momento, el frente republicano en el río Segre se había hundido y las tropas franquistas comenzaban su avance hacia Tarragona y Barcelona. El éxito inicial republicano fue notable, ya que ocuparon cerca de 500 kilómetros cuadrados en solo tres días, lo que supuso la mayor conquista de territorio por parte de la República en toda la guerra.
Las tropas franquistas se quedaron inicialmente impresionadas por el avance republicano, y el propio Queipo de Llano señaló que carecía de reservas organizadas en Andalucía para enfrentar el ataque, por lo que pidió continuamente refuerzos a Franco; lentamente algunas unidades de refuerzo se organizaron y lograron formar una línea defensiva coherente, aunque esta comenzó a ceder ante las acometidas republicanas. La meteorología adversa complicó las operaciones en la zona de Córdoba, y desde el 8 de enero las tropas republicanas quedaron inmovilizadas por la fuerte lluvia de invierno, que convirtió el terreno en un barrizal continuo. Camiones y tanques quedaron atrapados en el suelo, lo que impidió que pudieran ser atacados por la aviación rebelde que llegaba desde otros sectores. Algunos oficiales republicanos consideraron que, a pesar del temporal, los tanques no se utilizaron correctamente en colaboración con la infantería y además había pocos tanques, que fueron dispersados por el mando republicano.
El General Matallana emitió un gran número de órdenes contradictorias, y en muchos casos prohibió nuevos avances o dio órdenes para detener los que estaban en marcha. Esto causó sospechas entre otros militares republicanos. A pesar de la resistencia franquista en varios puntos, el avance republicano continuó en los siguientes días. Después de superar ampliamente el río Zújar, los republicanos llegaron a Azuaga, al sur del saliente que se estaba formando, y a Monterrubio de la Serena, al norte. El avance republicano en este sector amenazó el saliente franquista formado alrededor de Cabeza del Buey, aunque finalmente no lograron conquistar ambas poblaciones. Estas acciones suponían un alto riesgo para los franquistas, especialmente la acción en Azuaga, que podría desembocar en un derrumbe del frente y un avance hasta la frontera portuguesa o Llerena. Al norte, un derrumbe del saliente de Cabeza del Buey podría dejar el camino abierto hacia Mérida y, si fuese posible, hasta la frontera. Estos fueron momentos de gran tensión entre los militares franquistas, ya que la amenaza republicana no era exagerada teniendo en cuenta su gran ventaja en número de soldados. De hecho, en esos momentos se produjo la desbandada de un batallón franquista que fue controlada después de que los oficiales fusilaran a algunos soldados en el campo.
Respuesta del bando sublevado
En esta ocasión, Franco repitió su estrategia de la Batalla de Belchite: ordenó que solo las tropas más cercanas al área amenazada acudieran en ayuda de Queipo de Llano, negándose a detener o retrasar su avance por Cataluña. Las operaciones en Cataluña eran cruciales para Franco, ya que la ocupación de Barcelona, la segunda ciudad de España y su principal base industrial, así como sede del gobierno republicano, era una prioridad para él. En comparación, la pérdida de algunas localidades al norte de provincia de Córdoba no era lo suficientemente importante en los planes de Franco como para detener la ofensiva catalana.
El 14 de enero, la ofensiva republicana se reinició, pero fue rápidamente rechazada por las tropas franquistas. Estas comenzaron su propia contraofensiva con apoyo aéreo desde el 17 de enero, combinando ataques de infantería con sorprendentes cargas de caballería. Por su parte, la aviación republicana no llegó al teatro de operaciones hasta el 20 de enero. A partir de ese momento, comenzó un flujo constante de deserciones de las filas republicanas hacia las líneas franquistas, que en algunos casos fueron las más elevadas de la guerra. La situación comenzó a estancarse para los republicanos, que habían agotado sus reservas.
A partir del 17 de enero, el XVII Cuerpo de Ejército del coronel Carlos García Vallejo realizó varios ataques desde sus posiciones en Hinojosa del Duque. El cuerpo estaba formado por las divisiones 19.ª, 64.ª y 73.ª. Después de un primer ataque fallido el 17 de enero, tres días más tarde, García Vallejo volvió a intentar otro ataque que nuevamente fracasó.
Los republicanos pasan a la defensiva
Al hacerse inviable continuar la ofensiva, las tropas republicanas pasan a la defensiva, ya que sus tanques se encuentran inmovilizados en el barro y sus cañones no pueden seguir a las fuerzas de vanguardia. El Ejército Popular Republicano se detiene y pasa a la defensiva, a unos tres kilómetros al suroeste de Monterrubio de la Serena. Así, se forma una bolsa republicana con un gran número de poblaciones y defendida al norte por la Agrupación Toral y al sur por el XXII Cuerpo de Ejército. Los franquistas contraatacan con fuerza y tenacidad, pero recuperan el territorio perdido sólo tras feroz lucha con las tropas republicanas; de este modo, recuperan Peraleda del Zaucejo el 22 de enero; el 25 de enero cae Fuente Obejuna;
El 27 de enero cierran el frente, coincidiendo con la toma franquista de Barcelona que se producía el día anterior. Este hecho fue determinante, ya que dejaba en evidencia el fracaso de la ofensiva republicana en su intento de auxiliar a sus tropas en Cataluña.
La acción republicana empieza a desgastarse en la moral de la tropa, ya que el avance republicano se ha transformado en una lucha por mantener las posiciones conquistadas. El mal tiempo y el mal equipamiento de los soldados (que en algunos casos van faltos de armamento y de uniforme) también afectan su moral, aunque la resistencia republicana fue durísima hasta el último momento.15 El propio general Escobar está físicamente agotado y se muestra hastiado ante el encarnizamiento de los combates y la elevada pérdida de vidas.19 La acción republicana continúa hasta inicios de febrero, cuando las tropas gubernamentales mantienen el fuego sobre los franquistas que avanzan. Ante la evidencia de que no es posible reiniciar la ofensiva, el general Escobar ordena al coronel Moriones que replegue las tropas republicanas a sus bases de partida. La lucha se puede dar por finalizada hacia el 4 de febrero
Fin de la batalla y de la Guerra Civil
La Ofensiva de la Serena fue un intento por parte de las tropas republicanas de romper el frente franquista en Andalucía, que tuvo lugar entre el 5 y el 27 de enero de 1939. Las tropas republicanas lograron conquistar unos 500 km cuadrados en solo tres días, pero el avance se detuvo debido a las malas condiciones meteorológicas y a la falta de apoyo aéreo. A pesar de la resistencia franquista, los republicanos continuaron su avance hasta inicios de febrero, cuando fue evidente que no era posible continuar la ofensiva. Las tropas republicanas sufrieron unas 6.000 bajas, mientras que entre los franquistas hubo unas 2.000 bajas. La ofensiva franquista en Cataluña no se vio afectada, y la ofensiva republicana en Extremadura se atascó. La derrota convenció a muchos militares republicanos de que la guerra estaba perdida, lo que llevó a su apoyo al golpe orquestado por el coronel Casado contra el gobierno de Negrín.
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