Convento de las Dueñas

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Ubicación del convento de las Dueñas, 1851

El Convento de Santa María de las Dueñas fue un convento femenino de la orden cisterciense que se encontraba en la antigua collación del Salvador, siendo por su extensión uno de los mayores y más antiguos de Córdoba. Fue fundado en el año 1370 a iniciativa de su alcalde mayor, Egas I Venegas, señor de Luque, y estuvo operando casi 500 años hasta su expropiación por parte del Estado en el año 1868. Ocupaba la manzana existente entre la actual calle Carbonell y Morand, calle Ramírez de las Casas Deza y plaza del Cardenal Toledo, lo que hoy se llama jardín de las Dueñas.

Historia del convento

Fue fundado por Egas I Venegas y Beatriz de Tolosán (†1376) en 1370 sobre unas casas de su propiedad. Pertenecía a la Orden de San Benito y San Bernardo (Orden cisterciense); según el Catastro de Ensenada, en el convento convivían 48 monjas en el año 1749. Con motivo de la revolución de 1868, sus religiosas fueron exclaustradas en ese año, integrándose en la comunidad del Convento de la Encarnación de Córdoba. Su última abadesa fue María del Rosario Méndez (†1888)[1]

Iglesia del convento

La iglesia era de planta basilical. El retablo era de orden corintio, con lienzos de San Benito y San Bernardo, y sobre pedestales situados ante la columnas, esculturas de San Acisclo y Santa Victoria. El segundo cuerpo tenía representaciones de la Asunción de la Virgen, Santa Escolástica y Santa Columba. La descripción del conjunto que hace Ramírez de Arellano, tildándola de construcción moderna, junto a la alusión del orden del retablo y la falta de crítica que hace al referirse a obras barrocas, fundamentalmente de finales del siglo XVII y XVIII, permiten suponer que era de estilo neoclásico.

Delante del coro estaba enterrado el V. P. D. Juan de San Francisco, Capellán de los Ermitaños del Desierto de Belén, en cuyo punto volveremos á ocuparnos de él; sin embargo, creemos oportuno copiar su epitaficio, que es el siguiente; Aquí yace el Venerable Padre D. Juan de San Francisco, natural del lugar de Capilla, Arzobispado de Toledo, hermano y Capellán que fué de los Hermanos Ermitaños, donde permaneció veintidós años y siete meses en la austeridad eremítica: Varón esclarecido en humildad, paciencia, y resignación y penitencia. Murió el dia 26 de mayo de 1739, á los setenta y siete años, un mes y ocho dias de su edad. Requiescant in pace[2]


Exclaustración, derribo y desaparición del covnento (1868 - 1886)

Ubicación del antiguo convento de las Dueñas.

Cuando la comunidad fue exclaustrada, parte del convento se derribó. La iglesia y otras dependencias quedaron en pie, pero la iglesia fue desacraliada; el resto de dependencias fueron destinadas en primer término a depósito de sal y posteriormente a casa cuartel de la Guardia Civil. Sin embargo, pocos años después se producen la restitución al obispado, que dado lo deterioado en que se encontraba, fue vendido a la familia Carbonell quien lo arrienda por un breve periodo de tiempo al arquitecto Amadeo Rodríguez para la instalación de una escuela de Artes y Oficios[3]

El realineamiento de la calle hizo posible la creación de la Plaza de las Dueñas

Suceso acaecidos en el Convento

Llegó la Semana Santa de uno de los años á fines del siglo XVII; solemne en estremo era el culto en esta iglesia, y esta circunstancia llevaba mucha gente á la misma y muy particularmente de la nobleza, á la cual pertenecían muchas de aquellas religiosas; terminaron las tinieblas del Miércoles; muchos caballeros se paraban en el atrio ó galería aun existente entre el patio y la iglesia, dejando pasar á las damas, que solo en estos dias se veian, contándose entre aquellos D. Juan Francisco Díaz de Morales, de quien ya nos ocupamos en la calle de los Muñices; en esto salió una señora con el velo echado al rostro y, fuese por distracción ú otra causa, dejó caer uno de los guantes, que se apresuró á recojer otro caballero de los varios que allí habia; mas, en vez de entregarlo á su dueña, como era natural, lo guardó, dando lugar á que ella se lo reclamase; negóse á entregarlo, trabándose entre ambos una acalorada disputa, hasta que, no pudiendo la dama recobrarlo, se volvió á D. Juan, y con acento de súplica le rogó interpusiera su influencia para la devolución de un objeto cuya falta podía comprometerla con su familia; no titubeó un momento el caballero en rogar primero y exijir después al otro, accediese á los ruegos de una señora, que solo por esta circunstancia debiera ser atendida; de uno y otro modo la negativa siguió á la demanda, y Diaz de Morales, que tantas pruebas tenía dadas de valor, lo retó á un desafio que su contrario aceptó, y echando mano á las espadas, lo dejó muerto á sus pies, quitándole á seguida el guante, que sin hacerse esperar entregó á su dueña.

Leyenda del pozo de los Diablos

Acababa el santo cordobés de fundar su convento de Scala Coeli, tantas veces reedificado hasta llegar á nosotros, cuando una noche, estando en oración, oyó en el campo una estraña algazara que, llamando vivamente su atención, le hizo salir á la puerta, deseoso de poder ser útil á sus semejantes si por casualidad aquel ruido era síntoma de alguna desgracia; una rojiza luz iluminaba el espacio y multitud de diablos brincaban por el monte en dirección á Córdoba; entonces Alvaro llamó á uno de ellos, al parecer jefe, quien le aseguró que venían al convento de las Dueñas á ver si recojian el alma de una religiosa próxima á espirar, cuyas culpas le cerrarían las puertas del cielo; gran pena tuvo nuestro santo con la noticia; mas, disimulándola, le rogó que á su vuelta le diese conocimiento del resultado de su misión; ofreciólo así, siguiendo su marcha hacia la ciudad y San Alvaro entró en su iglesia, arrodillándose ante el altar, anegado su rostro en llanto, pidiendo con aquella fé que lo elevó á la santidad, la salvación de la religiosa próxima á morir en pecado y ser condenada al fuego eterno.
Llegó la madrugada y el mismo ruido de antes le hizo correr al campo, ansioso de saber el resultado que tanto le interesaba; el diablo jefe cumplió su promesa, y presentándosele dijo: — ¡Ah, señor! mal hice en fiarme de vuestra caridad, porque con sus oraciones y las de las religiosas del convento, han sido perdonadas las culpas á la monja, que ha espirado, salvándose su alma; grande será vuestra alegría, mas no tanto como núestro coraje, que hemos saciado rompiendo el brocal del pozo que hay en el patio donde estuvimos esperando.—
Concluidas estas palabras desaparecieron, y San Alvaro se entró en su iglesia á dar gracia á Dios por sus bondades, y nosotros hacemos punto en este milagro.

Referencias

  1. Funerales. Diario de Córdoba de comercio, industria, administración, noticias y avisos: Año XXXIX Número 11777 - 12 Septiembre 1888]
  2. Paseos por Córdoba. Paseo 10. Barrio del Salvador y Santo Domingo de Silos. Teodomiro Ramírez de Arellano, 1873-1877 ed. anotada de la Red Municipal de Bibliotecas de Córdoba, 2017
  3. Diario de Córdoba de comercio, industria, administración, noticias y avisos: Año XXXVII Número 11132 - 28 Octubre 1886.

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