Francisca Pellicer y López
Nace en Belmez (Córdoba), hija de un ingeniero de minas, Francisca Pellicer. Se casó con Julio Romero de Torres el 30 de octubre de 1898, de cuyo matrimonio tuvo tres hijos Rafael Romero de Torres Pellicer, Amalia y María. Provenía de una familia donde su hermano fue el escritor Julio Pellicer y tía del pintor Rafael Pellicer Galeote.
Tras la muerte de Julio, el 10 de mayo de 1930, Francisca Pellicer tuvo el gesto generoso de ceder a la ciudad de Córdoba, un valioso legado con buena parte de las obras que pintara su esposo, siendo ratificada esta donación por los hijos, Rafael, Amalia y María, y de esta forma, decidieron la creación de un museo dedicado a la memoria del artista. La inaguración del museo tuvo lugar, el 23 de noviembre de 1931, asistiendo el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora.
Francisca Pellicer era una mujer que siempre estuvo en la penumbra, pues no interfirió los dones artísticos del gran pintor, que acompaño al gran artista en sus triunfos de una forma escondida. Fue el tipo de mujer que el artista necesitaba llevándola en su corazón. Ella, sacrificó su vida en aras del triunfo del ser amado.
No hay datos fidedignos de que fuera pintada por Julio, ya que ni ella ni sus hijos comentaron este hecho.
Se dedicó de cuerpo y alma a sus hijos facilitándoles todos los medios para que tuvieran una buena educación humanística y artística.
Falleció en Córdoba el 20 de julio de 1966.
Testimonios
- Julio Trenas en un artículo publicado en ABC con motivo de su muerte así la definía:
- “Es el símbolo quizá de la mujer penumbra. La esposa bíblica que mantiene la lamparilla de aceite encendida, diligente y amorosa esperando la llegada del amado. La que cuando éste marcha, irremisiblemente, de este mundo hace culto de su recuerdo…..”
- Rafael Gago Jiménez en la Postal del Día decía de ella:
- “Fue la esposa, la compañera de su vida luminosa que consagró sus mejores afanes a identificarse a Córdoba y a seguir paralelos senderos en la exaltación de sus paisaje y de su belleza, por los caminos del arte. Baja el sepulcro, envuelta en la aureola de gratitud de nuestro pueblo, y de la admiración como ejemplo de virtudes, en una vida en la que hizo gala de su sencillez y modestia”.
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