Gregorio Azaña Cuevas

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Gregorio Azaña Cuevas

Nace en Alcalá de Henares (Madrid) en el año 1909. Joven fiscal de Audiencia Provincial de Córdoba, sobrino del presidente de la II República Manuel Azaña. Sin adscripción política conocida, alcanzado a ser una persona de una formación e integridad judicial intachable.

En la tarde del 18 de julio se encontraba en el Gobierno Civil aconsejando al gobernador civil Antonio Rodríguez de León para que no entregara el mando a los sublevados. Ocupado dicho Gobierno por las fuerza disidentes fue detenido, llegando a ser fusilado el 17 de agosto de 1936 bajo el mando del recién nombrado Jefe de Orden Público Luis Zurdo Martín. Se intuye que la única razón de su asesinato fue debida a su presencia en el Gobierno y por ser sobrino del primer mandatario del País. La muerte de Gregorio fue de mala fortuna, pues el 17 de julio se encontaba en Madrid de vacaciones, fue llamado por teléfono para que volviera Córdoba en razón de su cargo.

El abogado Francisco Poyatos López lo recuerda con las siguientes frases en su libro Recuerdos de un hombre de toga:

Aconsejé a Gregorio que no volviera por Córdoba, acogió mi misiva, pero fue llamado por su jefe... en Córdoba carecía de enemigos y fue cruelmente inmolado sin más inculpación que la de llevar el apellido Azaña... un testigo presencial de su fusilamiento lo recuerda tranquilo y rezando hasta la descarga fatal.


En la trágica Guerra Civil murieron en Córdoba varios letrados, entre ellos, el prestigio abogado Rafael Aparicio de Arcos, asesor del alcalde de Córdoba Manuel Sánchez Badajoz; Álvaro García Perez Rico,secretario del Colegio de Abogados; Nicasio Sánchez Mohedano, secretario del Juzgado; José María Ciria López, secretario del Ayuntamiento de Aguilar; Francisco Velasco Aguilar o José María Herrero Blanco, única víctima mortal ejecutada por miembros de la izquierda cordobesa.

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