La publicidad en los años treinta

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La Publicidad en Córdoba en los años treinta

Recuerdos Cordobeses [1]

En esta época en que vivimos que sin publicidad -o promoción, como se suele decir ahora-no se puede hacer nada o casi nada, me viene al recuerdo la publicidad en los años treinta y, como siempre recurro a mi buena memoria. Empezaré por la Emisora E.A.J.24, con su speaker -así se llamaba antes- Posadillo, eran los encargados de llevar los anuncios a las pocas casas poseedoras de un aparato de radio o de arradio como decían algunos; por cierto que el día 20 de febrero de 1936, recité por primera vez en mi vida a través de los micrófonos de Radio Córdoba unos versos que presenté en un concurso de invención poética infantil.
En los cines había dos clases de publicidad; una era el telón de boca, todo lleno de anuncios de distintos tamaños y colores, que se leían mientras se esperaba el comienzo de la película o espectáculo y se podían leer hojas de afeitar La Sevillana, Carbones Carracedo, Aceite Inglés. etc., etc. La otra era las famosas diapositivas en los descansos, que los chiquillos contábamos hasta llegar a la última que era Lindsay.
En el carnaval, las murgas solían cantar coplillas publicitarias, así como las carrozas en la Batalla de las Flores, muchas eran de publicidad, no faltando una gigantesca de publicidad Obregón. que lanzaba al aire infinidad de juguetillos y diversas propagandas; los chiquil1os íbamos detrás para cogerlos.
En la desaparecida Plaza de Toros de los Tejares, los días de corrida, una vez regada la plaza, ponían en el ruedo algunos anuncios, hasta el comienzo, y durante la corrida lanzaban desde los palcos a los tendidos prospectos que anunciaban uno que otro producto.
Había una avioneta que despegaba del aeródromo de la Electro Mecánicas y llevaba prendida una banda con un letrero que decía Zoo-Fenol; esto era un producto que desinfectaba a los cerdos de posibles enfermedades, y para ello, usaban la frase publicitaria de cerdo muerto, cerdo pagado, refiriéndose a que si moría un cerdo trata- do con el producto, la casa se lo pagaba; esta frase quedó en el pueblo como refrán y aun hoy, muchas personas mayores siguen diciéndola a la hora de comprar algo.
En Feria de Mayo salía una diminuta revista -tamaño cuartilla apaisada- titulada Córdoba Industrial, siendo su director Juan de Dios Montserrat ''El Pico'' con gran cantidad de anuncios, el programa de feria y unos cuantos artículos, todo a dos tintas, verde y negra; entre los anuncios, los más destacados, eran Restaurante Buenos Aires comidas a todas horas. Maderas de importación Baldomero Milla, y un anuncio que me ha llamado la atención: Casa para viajeros de Pedro Ballesteros. Corredera, Camas a una peseta, y de matrimonio a dos cincuenta.
Los periódicos locales El Diario de Córdoba, El Defensor de Córdoba, Guión etc., también tenían sus buenas secciones de anuncios.
De los industriales creo que en aquellos tiempos el más original sin duda el sombrerero Padilla Crespo - hace unos meses fallecido a la edad de ochenta años-; este hombre fue un avanzado en la propaganda; yo le recuerdo cuando se estableció en Córdoba, primero en plaza de Las Tendillas, junto al Palacio del Cine, donde hoy hay una tienda de helados; después pasó a la calle Gondomar; en los escaparates ponía una serie de mascotas, y en la cinta le metía a cada una, una moneda de a duro en plata, y un letrero que decía: sombrero con el «adorno» diez pesetas, en realidad costaba solo cinco pesetas, porque el referido «adorno» eran cinco pesetas. Luego este hombre, hacía muchas poesía, y llegó a tener un espacio en la Radio donde contaba su vida y daba charlas; después se trasladó a la calle Concepción, y puso negocios en Sevilla, en plena Campana, y en Madrid.
También existían hombres anuncios, que venían a nuestros mejores comercios, por ejemplo a los Almacenes Sánchez, y por dentro del escaparate, como si fuesen mecánicos, sin pestañear siquiera, congregaban a muchísimo público, que desde la calle, sobre todo los chiquillos, trataban de hacerles reír inútilmente.
De vez en cuando por las calles cordobesas aparecían unos propagandistas; bien vestidos, de doctor, anunciando Sanatol, de cocinero, anunciando un caldo, de frac con un gigantesco tubo de pasta dentrífica, etc...
Por el centro de la ciudad era frecuente ver un gran frasco de madera y chapa, y dentro un hombre que anunciaba hierro liquido para las suelas de los zapatos, que le daba gran duración...
Pero el tipo más popular de aquella época era un señor ya maduro, con sombrero cordobés, y a veces con un abrigo de pieles de distintos colores, una bocina de lata en la mano, y se paraba en las esquinas y a través de ella lanzaba sus mensajes publicitarios con buena voz; la gente decía que era actor de teatro; de todas formas, el hombre aguantaba el impacto de la chiquillería, pero los cordobeses nos fuimos acostumbrando a él, pues vivió mucho tiempo entre nosotros; la mayoría de las cosas las decía en verso; recuerdo una que decía: si tienes un grano, no te rasques, compra la colonia en casa Márques...; y aquello de como Lindsay, no hay... Una vez se rodaba en Córdoba una película, creo que era Carcelera, y por enfermedad de un actor, recurrieron a este simpático hombre propagandista.
En Las Tendillas era corriente ver a los charlatanes propagando sus artículos: hojas y jabón para afeitarse, polvos para el limpiado de dientes, productos en pomadas para los dolores de reuma, callos, etc...
También en la esquina de la calle Gondomar por Las Tendillas, empezaron a propagar los primeros cupones de los ciegos, a perra gorda -diez céntimos-, que se iban pegando en una libreta hasta reunir la colección, que daba derecho al premio, pero había uno que salía muy poco; era el trece de la serie «A», que por cierto la gente lo tomó como muletilla; cuando algo era raro o difícil solía decir: «Eres más difícil, que el trece de la «A». Y esta es la publicidad que yo recuerdo; hoy los tiempos han cambiado, y para propagar cualquier producto con dinero y con la televisión, en unos segundos se da a conocer en toda España.
Pero lo que no podía faltar en los días feriados cordobeses eran los gigantes y cabezudos, que solían salir de la puerta de nuestro Ayuntamiento, entonces en la calle Joaquín Costa, con la Banda de Música Municipal al frente, dispuestos a recorrer las calles en medio de la algarabía infantil anunciando nuestra incomparable Feria...


Referencias

  1. . José Rafael Solís Tapia en Córdoba en Mayo. 1984

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