Palacio de los Marqueses del Carpio

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Palacio de los Marqueses del Carpio
Casa de los Marqueses del Carpio.JPG
Localización Calle San Fernando / Calle Cabezas mapa
Cronología siglo XV; reformada en el siglo XIX
Tipología Casa solariega
Catalogación Bien de Interés Cultural
Uso Privado - residencial

Casa fortaleza del siglo XV situada entre las calles San Fernando y Cabezas, con fachada a ambas vías. El origen de este palacio se remonta a la época del rey Fernando III quien hizo donación a la Familia Méndez de Sotomayor de este edificio con el fin de defender y vigilar la muralla tras la conquista de Córdoba en 1236. Prototipo de las grandes residencias solariegas del siglo XV, su zona ajardinada parece contrarrestar su aspecto de fortaleza defensiva, dominada por un torreón almenado. Contiene un patio de estética neoárabe y restos de una casa romana en sus sótanos, como ejemplo de las distintas civilizaciones que han poblado Córdoba. La actual configuración del edificio se debe a la compra de diversos solares durante el siglo XX.

Los Siete Infantes de Lara

Teodomiro Ramírez de Arellano, en Paseos por Córdoba, recoge la tradición existente en la ciudad de ser esta casa la residencia de Gustios González, padre de los Siete Infantes de Lara:

A esta casa atribuye el vulgo tradicionalmente el origen del nombre de las Cabezas, que lleva la calle, diciendo en su error haber sido la morada de Gustios González, padre de los siete infantes de Lara, y que aquí fue donde en un banquete le presentaron las siete cabezas ensangrentadas de sus hijos. Todos los que tienen algunos ligeros conocimientos históricos no pueden menos de rechazar esta opinión [...]

Una fortaleza palaciega

Capítulo Rincones de Córdoba con encanto, en Rincones de Córdoba con encanto, de Francisco Solano Márquez. 2003, Diario Córdoba

Los turistas que bajan por la calle de la Feria en busca del Potro se sorprenden cuando les sale al paso repentinamente, retranqueada sobre la línea de las fachadas, la casa de los Herruzo, así conocida hoy por el apellido de sus propietarios, los hermanos Herruzo Sotomayor, cuyo aspecto actual es fruto de las reformas realizadas sucesivamente, a partir de 1924 –año en que adquirió la casa el matrimonio Antonio Herruzo Martos y Pilar Sotomayor Valenzuela–, por los arquitectos Casto Fernández Shaw, Félix Hernández y Rafael Manzano sobre la antigua casa de los Marqueses del Carpio.

Lo más auténtico del conjunto es el imponente torreón medieval, de estirpe gótica, que se asoma a la calle Cabezas; en comparación con su antigüedad, la fachada a la calle de la Feria es una escenografía de reciente configuración, pero está organizada con tan buen gusto arquitectónico que cautiva a quienes conservan espíritu de viajeros románticos.

La robusta verja que protege la entrada, anillada a dos gruesas columnas de granito, permite contemplar, e incluso intuir, sin necesidad de entrar, la magnificencia de la mansión, que conjuga su aire defensivo con la distinción de una casa señorial. La mejor visión de conjunto que regala la casa es la que se contempla desde la calle de Romero Barros, la antigua Sillería, que se abre enfrente.

Un preámbulo vegetal –el naranjo y plantas trepadoras como el jazmín– da paso a la muralla, reconstruida sobre el lugar por el que discurría la antigua. Una esbelta torre cuadrada defiende la entrada de la casa, que se realiza a través de un arco almenado, vagamente inspirado en la puerta de Almodóvar. La perfección de los sillares de piedra arenisca y el puntiagudo remate de las afiladas almenas que coronan la puerta y la torre revelan su reciente construcción, pero la complicidad de las plantas trepadoras que escalan, enmascarándolos, algunos paramentos, disimula la juventud del conjunto. El rincón que forman la saliente torre y la muralla, acuna un fuste estriado y un capitel corintio romanos, lujo arqueológico que presagia la villa excavada en el sótano de la casa. ¿Será el capitel romano con inscripción cúfica de época árabe del que hablan los libros antiguos, procedente del alcázar califal?

El acceso, tapizado con losas de granito y menudo enchinado en el pasillo central, asciende en suave rampa, y, tras rebasar la entrada, gira a la izquierda, buscando el encuentro del antiguo patio de armas, dominado por la soberbia fachada oriental del torreón medieval. En esta fachada el arquitecto restaurador abrió huecos para dar luz a los salones, que en época de calor se protegen con esteras de pleita; en la primera planta se aprecian dos balcones neogóticos de arcos apuntados, y en la segunda, dos pares de ventanas ajimezadas.

Desde la verja lateral también se alcanza a ver el pabellón neomudéjar de dos plantas construido en ladrillo, que se alza al pie del torreón; su planta baja respira a través de arcos peraltados sostenidos por pilares octogonales, mientras que la alta ostenta arcos rebajados con antepechos y cierres de cristal; una disposición que recuerda el patio principal del antiguo hospital de San Sebastián.

Amenizan la rampa naranjos, setos, arbustos trepadores, la airosa palmera y el puntiagudo ciprés, que rebasa en altura las almenas de la torre. Más allá de lo que se ve a través de la verja, hay que imaginarse el conjunto de espacios abiertos, como los patios de los Cuernos, del Pozo, de la Piscina y de la Morera, y, ya en el interior, la suntuosa escalera y la sucesión de nobles estancias, como la biblioteca, el comedor principal, la galería del Sol y el romántico salón Amarillo, que atesoran colecciones de muebles antiguos y de obras artísticas, y ponen de manifiesto el gusto de sus propietarios por conservar tan antigua mansión bajomedieval coherentemente restaurada en estilo neomudéjar.

Enlaces

  • Ficha del palacio en el Catálogo de bienes protegidos del Conjunto histórico de Córdoba, gerencia del Urbanismo del Ayuntamiento de Córdoba

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