Castillo de Madroñiz
El castillo de Madroñiz ha navegado a lo largo de su historia entre tres mares, al haber sido compartido por Córdoba y Badajoz y encontrarse cerca de Ciudad Real. El lugar que los árabes eligieron para hacerlo no podía ser más adecuado. Aprovechando una antigua población musulmana, lo levantaron justo entre las localidades de El Viso, Belalcázar y Santa Eufemia, sobre un cerro junto al que fluye alegremente la corriente del río Zújar.
El castillo, actualmente reservado para uso exclusivo de los propietarios, era un lugar frecuentado por cazadores y amantes del descanso que elegían sus estancias para pasar la Nochevieja y fines de semana. La fortificación era alquilada, sobre todo, a franceses y extremeños, aunque tampoco faltaban vecinos de la provincia que buscaban un lugar apartado para evadirse. Ahora, los que visitan la zona para cazar se hospedan en el cortijo situado bajo el cerro de la fortificación.
El castillo, que se encuentra ubicado en la finca la Joya de 2.400 hectáreas que rodean a la fortaleza -52 de las cuales se encuentran en Cabeza del Buey (Badajoz)-, fue adquirido en su conjunto por Don Francisco Fraga Egea junto con alguna aportación de familiares y vecinos de la localidad pacense de Peñalsordo a Don Carlos Montijano Carbonell, quién hizó una importante restauración del recinto fortificado. En la actualidad la fortificación y la finca en la que se encuentra figura en registro a nombre de la sociedad de Mangadas del Zujar S.A .
Orígenes
El castillo se construyó en los siglos XI o XII y se ha utilizado más con fines residenciales que bélicos, aunque en su origen fue un recinto defensivo. Durante mucho tiempo su importancia radicó en ser el único camino por el que se llegaba a Toledo y entrar en una extensa red de comunicación y vigilancia que conformaba junto con otras fortificaciones del norte de la provincia y de sus comunidades limítrofes.
Su historia ha estado ligada a personajes famosos tras la Reconquista entre los que destacan Pay Arias de Castro y Martín Fernández de Córdoba, perteneciente a la Casa de Aguilar, que durante mucho tiempo luchó por darle vida a sus despobladas posesiones concediendo importantes ventajas a sus vasallos.
Al final con el tiempo todo pasó a manos de Gonzalo Mejías, séptimo señor del término vecino de Santa Eufemia, al que siempre ha estado muy vinculado. Cuando Mejías se casó con una heredera del marquesado de La Guardia, las posesiones de ambos se unieron incluyendo las tierras de Madroñiz. A lo largo de los siglos el marquesado de La Guardia se ha encargado de cuidar la fortaleza e incluso de llegar a un acuerdo con el Ayuntamiento de Cabeza del Buey para que ésta y los terrenos aledaños formarán parte de Córdoba y no de Badajoz.
A pesar del buen aspecto que hoy presenta el castillo no se ha librado de los avatares del tiempo. La desolación ha señalado su cuerpo en distintos momentos de su vida y durante los siglos XIV y XV sufrió la restauración más importante. Sus actuales dueños también le han curado algunas heridas.
Recorrido
Desde lejos el castillo se pierde entre el espectacular paisaje que lo rodea, por lo que no impresiona tanto como cuando se le mira ya desde lo alto de su pedestal de piedra. Al entrar se pueden observar una torre. que no tiene nada en su interior, y un torreón, ambos cilíndricos.
El primer patio del castillo tiene varias puertas de madera que conducen a las antiguas caballerizas transformadas ahora en un comedor en el que Carlos Montijano recreó el ambiente medieval. La tenue luz que ilumina la habitación le da un color más cálido que aviva los recuerdos del pasado. La alargada estancia tiene los techos abovedados recubiertos de piedra. La vegetación se ha adueñado de este patio y del siguiente, en el que se puede ver el aljibe del castillo.
En el interior de la fortaleza hay un recibidor decorado con distintos animales disecados que recuerdan la riqueza cinegética del lugar en el que abundan los jabalíes, venados y perdices. y que van a estar presentes en todo el castillo. En el piso superior hay dos dormitorios con sus respectivos cuartos de baño -en todas las habitaciones preparadas para el descanso hay uno-. De ellos destaca el que tiene un mirador, con una columna y un asiento de piedra, que invita a asomarse a la inmensidad de la sierra. Pero el espacio que mejor idea da de la vida de los nobles es el salón, que conserva en paredes y techo cuatro escudos de los señores de Santa Eufemia y un precioso dintel de ataurique de influencia toledana además de varios Madrazos. La decoración labrada vuelve a verse en el dintel que enmarca uno de los pasillos exteriores.
A través de una galería se accede a una terraza circular improvisada sobre la torre de la entrada. En el trayecto se puede contemplar la antigua mazmorra. La terraza es un lugar privilegiado, el sitio perfecto para deambular por los pensamientos y atrapar con una sola mirada al Zújar con su puente; al arroyo que separa Córdoba de Badajoz; a los cerros de Ciudad Real; y al ganado que le da Vida al despoblado paisaje.
La Torre del Homenaje está dividida en varias plantas donde encontramos 11 dormitorios, todos con sus respectivos baños, todas ellas recrean un ambiente aristocrático y con vistas a un horizonte lejano. Su cima es el lugar idóneo para tomar conciencia de la calidad del paisaje y del dominio que desde allí ejercían sus moradores.
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