Conmemorar sin olvidar

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Conmemorar sin olvidar

Una placa conmemorativa de un 75 aniversario de Diario Córdoba, en la casa de la plaza del Cardenal Toledo, sin aludir a la empresa que allí instaló la sede y los equipos que le fueron usurpados no se concilia con la autenticidad de la historia.

El texto del azulejo instalado:

Azulejo 75años.jpg
«Primera sede de Diario Córdoba. En este lugar tuvo Diario Córdoba la sede oficial desde su fundación en julio de 1941 hasta febrero de 1975.Azulejo conmemorativo del 75 aniversario de Diario Córdoba. 25 de julio de 2016».

Sirve como ejemplo de inadecuados olvidos de la auténtica historia de una empresa periodística que tras llamarse La Voz fue obligada a llamarse Azul para acabar llamándose Córdoba en 1941.

La atención exclusivamente centrada en esa fecha, como fundación, y su correspondiente conmemoración nos interpela e invita a revisar actuaciones que, sin pretenderlo, pueden suponer estar atentando contra nuestra historia y más concretamente sobre una parte de la misma especialmente sensible y generalmente silenciada hasta nuestros días desde hace, nada más y nada menos, que ochenta años.

No es lo mismo, celebrar el cumpleaños del nacimiento de una empresa que su cambio de nombre, por acertado o definitivo que el nuevo haya resultado. Siempre se le da mayor entidad a la conmemoración del comienzo de la actividad, con sus consiguientes esfuerzos de iniciativas e inversiones, que el simple cambio de nomenclatura en su funcionamiento o gestión comercial. Que una celebración suponga, de hecho, la ocultación de la existencia de la otra, acentúa su importancia en cualquier historia empresarial, al margen del sector donde esta se sitúe, o de la producción a la que se dedique. Importancia que adquiere mucho mayor relieve cuando, como es el caso, la empresa se dedica a producir y vender información.

1ª sede D.Córdoba.jpg

La historia registra que Diario Córdoba se funda, como tal cabecera, en 1941 dándole así entidad como miembro de la hegemónica Prensa del Movimiento Nacional, pero procedente del diario falangista Azul que a su vez surgió de la usurpación del diario republicano La voz.

Es la cabecera, solo el nombre, lo que se estrena un 25 de julio de 1941. Se estrena sobre la estructura, el equipo, el local y la maquinaria propiedad de La Voz que, tras su usurpación, desde octubre de 1936 hasta julio de 1941 había estado saliendo como Azul dirigido por Falange Española.

Fue el 18 de julio de 1936 cuando se estaba preparando una nueva edición, con la entrada de los guardias en la sede del periódico, se suspende violentamente la tirada de aquel día. La Voz queda incautada y su director Pablo Troyano Moraga es conducido a su domicilio bajo arresto domiciliario. Al día siguiente La Voz no acude a su cita habitual ni por la mañana ni por la tarde, aunque todo el personal, a excepción del director permanece en sus puestos de trabajo.

Casa en 2016.jpg

Son los primeros días de guerra y la publicación no se reanudará hasta el día 25. La Voz, subtitulado, con el cinismo propio del momento, como Diario Republicano, saluda a los lectores con un texto en portada que se presta a la confusión.

Sus nuevos propietarios, Falange de Córdoba, ordenan escribir, más que un texto de portada, un pasquín firmado por:

¡Viva el Ejército salvador!
en el que dan a entender que todavía sigue siendo un periódico que “representa a un partido republicano de orden y tiene acreditada su personalidad al lado de la legalidad y la justicia…”''


Quienes ahora o antes estuvimos cercanos a estas conmemoraciones, al poner el acento exclusivamente en la continuidad de la nomenclatura de la cabecera, descuidamos, sin duda, aspectos que reclaman una revisión histórica.

Dejando en el olvido lo que, el último representante del Partido Republicano Radical Rafael Castejón y Martínez de Arizala, nos dejó dicho contribuiríamos a la ocultación de una realidad que, como interesados y medio de difusión, estamos obligados a publicar.

“Una noche, después del alzamiento militar, confiesa D.Rafael, entraron en el periódico a mano armada, se llevaron a su
director Pablo Troyano, al poeta Alvariño, discípulo y amigo de García Lorca y a otro tipógrafo y los fusilaron .Se incautaron el periódico y las instalaciones. Nos dejaron una letra de 65.000 pesetas que quedaba pendiente a Cruz Conde que fuimos descontando como pudimos del Banco de Bilbao. Le cambiaron el nombre le pusieron Azul y luego Córdoba. A los tres años nos dijeron que querían legitimar el atraco a mano armada. Y ¡que íbamos a hacer!, a cambio del resto de la deuda y sin ::indemnización, la incautación se legitimó”''

En 1936, el 27 de septiembre, ningún redactor de la plantilla que quedaba en La Voz se atreve a escribir una gacetilla sobre la muerte, el día anterior, de su director Pablo Troyano Moraga que contaba 47 años cuando Don Bruno decidió acabar con la vida del insigne periodista cordobés.

Nadie entonces tampoco pudo hablar del cese del medio cordobés fundado en 1920 como La Voz por el industrial Manuel Roses Pastor, que con dos ediciones diarias, fue uno de los periódicos locales de más entidad y difusión con los que contó la ciudad en la década de los 20 y los 30.

El periódico pasó a ser, en distintas etapas, propiedad de empresa particular, que por dificultades financieras vendió al partido la Unión Patriótica y que en 1929 fue vendido, de nuevo en pública subasta, ubicándose sus instalaciones en un edificio propiedad de Rafael Cruz Conde en la [[calle Fray Luis de Granada]].

En 1931 los Cruz Conde pactan la venta y La Voz pasó a manos de un grupo de republicanos radicales partidarios de Alejandro Lerroux, del que era su máximo exponente en Córdoba Eloy Vaquero. Se le añadió, entonces, el subtítulo de Diario Republicano y se encargó de su dirección a Pablo Troyano Moraga, presidente a la sazón de la Diputación Provincial cordobesa, aunque gran parte de la responsabilidad del periódico gravitaba sobre el periodista y también poeta Eduardo Baro Castillo. Fue en 1936 cuando La Voz cambió otra vez de amo. Y esta vez de forma violenta. No había sido conseguido por la vía de la subasta como lo consiguieron los Cruz Conde, ni como un producto en rebajas como lo lograron los republicanos radicales. Esta vez, como diría el ilustre Castejón, había sido sencillamente un robo.

El periodo de guerra y posguerra donde la publicación actuaba bajo el nombre de Azul terminó con la designación de José Escalera del Real, por la Delegación Nacional de Prensa y Propaganda del Movimiento, para dirigir el medio en su última etapa y transformarlo, el 25 de julio de 1941 en Diario Córdoba del que también sería primer director.

Lo que el silencio represivo ha impedido difundir no debería permanecer ignorado o de hecho acallado, para el conocimiento general, en nuestras conmemoraciones de ahora.

75 años de cabecera tienen su importancia pero 96 años ya, desde su nacimiento, con tan agitada y variopinta vida empresarial, nos acercan a los 100 que deberían celebrarse, como corresponde y, sobre todo, sin silencios.

El pasado 25, día de la inauguración de la placa, ni autoridades ni profesionales se ocuparon de recordar nada de lo acontecido con anterioridad a ese 1941. Este breve recordatorio trata de rescatar del olvido, importantes facetas de una conmemoración, que puede ser considerada por los conocedores, inadecuada o cuando menos, incompleta. Los profesionales del estudio de la historia deberían situar más exhaustivamente y al alcance de la ciudadanía, la realidad de la auténtica historia de Diario Córdoba.

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