Pablo Troyano Moraga

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Pablo Troyano Moraga
Pablo Troyano.jpg

Periodista y político

Nacimiento: 23 diciembre 1889
Abenójar (Ciudad Real)
Fallecimiento: 26 septiembre 1936
Córdoba
Destacado: Director de La Voz y Presidente de la Diputación

Contexto histórico

Décadas: 1920 - 1930

Pablo Troyano Moraga (Abenójar, Ciudad Real, 23 de diciembre de 1889) fue tipógrafo y político. Presidente de la Diputación Provincial de Córdoba entre 1933 y 1936. Fusilado el 26 de septiembre de 1936.

Biografía

Hijo de Antonio Troyano y María Moraga Arnedo, natural de Belmez. Fue tipógrafo y con el tiempo propietario de la imprenta Comercial situada en la Cuesta de Luján. Casado con una hija de Antonio Vallejo.

Presidente de la Asociación de Tipógrafos de Córdoba desde 1918, su nombre adquiere notoriedad a través del Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux y como hombre de confianza de Eloy Vaquero.

Segunda República

Cuando el mencionado partido adquiere a los Cruz Conde la propiedad de La Voz, convirtiéndolo en diario republicano, Troyano se convierte en su director y lo será hasta julio de 1936, salvo el tiempo en que cambia su destino como presidente de la Diputación de Córdoba.

En las Elecciones de abril de 1931 se presenta como concejal por el Distrito Segundo por la Candidatura republicana-socialista, alcanzando el mayor número de votos de la capital cordobesa con 1.504 votos.

Fue vicepresidente de la Diputación Provincial de Córdoba, y más adelante, entre el 11 de octubre de 1933 y el 4 de enero de 1936 llegó a ser Presidente de la Diputación por el Partido Republicano Radical. Su antecesor en el Gobierno de la Diputación, Rafael Baquerizo García, se negó a realizar el arqueo de caja preceptivo.

En su última etapa como director de La Voz orientó a este rotativo sobre temas reivindicativos que le afectaban a los cordobeses, además de fomentar más aún lo cultural, con colaboraciones especiales y la página semanal "Poemas", encargada al joven linotipista José María Alvariño Navarro que comenzaba a despuntar como poeta.

Homenaje despedida en enero de 1936

El evento tuvo lugar en el salón de actos de la Diputación Provincial. Fue presidido por el gobernador civil interino Eugenio Galán, el presidente de la Comisión gestora provincial Pablo Troyano Moraga, el secretario de la Corporación Filiberto López y López de Blas, y el vocal gestor Antonio Fernández Vergara. Asistieron todos los funcionarios, tanto administrativos como técnicos y de la Beneficencia, así como los concejales Antonio Hidalgo Cabrera, Ramón León Priego, Manuel Pérez Brito, Polvorosa Matilla, Antonio Ortiz Villegas y Francisco Quesada Chacón, y numerosos amigos de Pablo Troyano.

Filiberto López y López de Blas ofreció el pergamino y alabó la gestión de [Pablo Troyano Moraga]], describiéndolo como un modelo de caballero, excelente amigo y entrañable compañero. El pergamino fue obra del ilustre artista cordobés Rafael Bernier. Se destacó la gran labor realizada por Pablo Troyano en beneficio de Córdoba y sus pueblos. Su gestión ha mejorado la red de caminos vecinales y ha mitigado el desempleo. En el ámbito de la Instrucción Pública y Beneficencia, dejó huellas en la Biblioteca provincial, la adquisición de terrenos para la Colonia de Cerro Muriano, y en diversas obras benéficas.

Pablo Troyano Moraga pronunció un discurso emotivo, en el que subrayó la importancia de la labor conjunta con los funcionarios y técnicos para lograr los éxitos de su gestión. Aseguró que legará con orgullo el pergamino a su hijo, y que su gestión ha sido una labor colectiva que ha beneficiado a la provincia. Al concluir su discurso, Pablo Troyano fue objeto de una gran ovación y obsequió con un lunch a las autoridades, funcionarios y demás personas que asistieron al acto.

Guerra Civil. Arresto domiciliario y fusilamiento

La noche del golpe militar del 18 de julio el director de La Voz es detenido en su despacho del periódico. Tenía 47 años, cuando tras permanecer en arresto domiciliario durante más de dos meses sin ninguna intensión de huir y tras las gestiones que las monjas de la Merced hicieron frente a los sublevados - agradecidas por el bien que había realizado como presidente hacia el Hospicio-, fue fusilado el 26 de septiembre de 1936 por orden de Don Bruno.

Junto a otros destacados cordobeses fue miembro de la logia masónica Turdetania.

La figura de Pablo Troyano, personaje clave en la Córdoba de 1936, fue olvidada cuando no silenciada desde un punto de vista institucional como demuestra la ausencia de su retrato en la galería de retratos de presidentes de la Diputación.




Predecesor:
Rafael Baquerizo García 1932 - 1933
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Presidente de la Diputación

1933 - 1936
Sucesor:
Diego Molina Rueda 1936


Galería de Imágenes

Discursos

Centro Republicano Radical (abril de 1934)
El domingo 22 de abril de 1934 Pablo Troyano pronunció un discurso en el Centro Republicano Radical de Córdoba con motivo de los "Seis meses al frente de la Diputación provincial". El Diario de Córdoba recoge sus palabras:
Desde el advenimiento de la República he permanecido callado, silenciando cosas que no me parecían bien, por no dividir más a los elementos republicanos. Entendía yo que los hombres que aspiran a la política solo necesitan la confianza de su partido, y no hay que olvidar que si llegamos a ocupar altos puestos, lo debemos primero a nuestro partido y después al pueblo que representamos, y ante ambos tenemos la obligación de dar cuenta de nuestra gestión.
El título del tema escogido para esta charla "Seis meses al frente de la Diputación" podía parecer una petulancia, pues yo no he realizado una obra personal. Mi actuación ha sido la de la Comisión gestora en pleno. Cuando en el año 1932 fui designado por el partido radical para representarlo en la Diputación provincial, comprendí que nosotros teníamos que actuar allí en forma bien distinta a otras minorías, pues un día la dirección de aquel organismo debía llegar a nuestras manos, como ha sucedido. Con arreglo a un decreto de mayo de 1931, las Comisiones gestoras de las Diputaciones provinciales funcionan dentro de unos cauces muy estrechos, y tienen que administrarse con el mismo presupuesto que encontraron al proclamarse la República. Pero este sistema, con sus defectos, presenta otros males. El presupuesto provincial en el año 1931 importaba 4.542.000 pesetas y el de 1934, 4.821.000 pesetas, con una diferencia en más de 279.000 pesetas. ¿Es que las Comisiones gestoras que presidieron los señores Guerra Lozano y Baquerizo han aumentado el presupuesto en esa cantidad? No. El presupuesto de 1934, aunque os parezca un contrasentido, es inferior al de 1931.
Las Diputaciones tienen unos ingresos fijos, marcados por sus atenciones primordiales, y una aportación del Estado para reparación y construcción de caminos vecinales. En el año 1931 teníamos una aportación del Estado de 100.000 pesetas y ahora se ha elevado a unas 300.000, que en vez de aumentar el presupuesto provincial, lo han disminuido. También las atenciones que cubre la Diputación son superiores, con mucho, a las que cubría en el año 1931, tanto en los Hospitales de Agudos y Crónicos, como en el servicio de dementes, Hospicio y Casa de Maternidad. Desde el año 1931 a la fecha, la población ha crecido, hasta tal punto, que ya resultan insuficientes el Hospital de Agudos y la Maternidad. En el servicio de dementes se ha aumentado el presupuesto en un 15 por 100 y en los demás establecimientos también se han hecho aumentos de importancia. Es necesario construir un nuevo Hospicio y un pabellón de tuberculosos en la Sierra y acabar con la vergüenza del actual Hospital de Crónicos, pero bastante hacemos con sostener dignamente todos los servicios, dentro de las escasas disponibilidades económicas de la Diputación. El político debe atenerse a las realidades positivas para llevar a cabo una obra buena, dentro del presupuesto, y no pensar en cosas irrealizables.
Otro gran problema de la Diputación provincial es el de los caminos vecinales y carreteras provinciales. Es doloroso decirlo, pero es justo, que en el año 1928 la Dictadura casi obligó a las Diputaciones a hacer un plan de caminos vecinales y es monstruoso que muchos pueblos no se percataran de la importancia del problema. El artículo 133 del Estatuto provincial determina que en el plazo de un año las Diputaciones habrán de presentar un plan de caminos vecinales para que el Estado subvencione su construcción, a más de las aportaciones de los Ayuntamientos afectados. De esto apenas si se percató el Ayuntamiento de Córdoba, que hoy paga sus consecuencias. Yo, que soy cordobés y político, digo con toda sinceridad que me he visto dolorosamente sorprendido con el hecho de que en tres meses he dispuesto de 400.000 pesetas para reparaciones de caminos vecinales y de ellas apenas han correspondido a Córdoba una ínfima cantidad, porque el Ayuntamiento en su día no se preocupó de que se abrieran caminos vecinales para intercambio de los productos agrícolas e industriales.
No solo ocurría eso en tiempos de la Dictadura; el Ayuntamiento de Córdoba tiene desde hace tres años unos miles de pesetas en la Diputación para el camino que parte del kilómetro 12 de la carretera de Almodóvar a enlazar con el de Trassierra. Este absurdo sirve para hacer resaltar la incompetencia que se nos achaca a los republicanos para ocupar los cargos oficiales. Ahora hemos visto que muchos Ayuntamientos ni se preocuparon del plan de caminos vecinales ni proyectaron nada en absoluto. En aquella época, el Ayuntamiento de Priego se preocupó del problema y por eso hoy vemos que la mayoría de los caminos se están construyendo en aquel término municipal, no por influencia, sino por haberse dado cuenta de los beneficios que podía acarrearles el plan general de caminos vecinales. En nuestra provincia existen en la actualidad quince caminos paralizados que afectan a once pueblos y que suman un total de sesenta kilómetros de obra realizada, en las que se han invertido unas 600.000 pesetas. Abandonadas las obras, los perjuicios son evidentes. Para estas obras, la Diputación tiene 800.000 pesetas de un empréstito leonino concertado en la época de la Dictadura, pero los Ayuntamientos a que afectan tienen que contribuir con 400.000 pesetas y no las tienen. Este es el gran fracaso de la Diputación y de los Ayuntamientos a quienes afectan aquellos caminos. Yo no culpo a los Ayuntamientos de haber tirado el dinero, pero sí afirmo con nobleza que tuvieron que malgastarlo para dar de comer a los obreros en paro forzoso. De haberme encontrado en su caso, tal vez hubiese hecho lo mismo.
Es preciso buscar una solución para poner en ejecución nuevamente los quince caminos vecinales que están paralizados por falta de fondos en los respectivos Ayuntamientos. No puede pensarse en las contribuciones especiales, porque estas no las pagan los propietarios, unas veces porque no pueden, otras por falta de confianza y otras por sabotaje al régimen. Considero la única solución que el Estado conceda las 400.000 pesetas que los Ayuntamientos no pueden abonar para continuar las obras paralizadas. Yo me honro en hacer público que los diputados a Cortes de todos los matices me han prestado la debida colaboración en beneficio de los intereses de la provincia y confío en que continuarán prestándola. Cumpliendo uno de los postulados del partido radical, nosotros defendemos los legítimos intereses de todos los ciudadanos. Así es como yo me desenvuelvo en la Diputación provincial.
En los seis meses que llevo de actuación, ningún sector político de los que componen la Comisión gestora puede tener una queja. No he hecho política de partido, porque creo que el mayor favor que puedo hacer al mío es procurar que los beneficios se extiendan a todos los ciudadanos. En diciembre de 1933, enterado de que en la Diputación existían unas 200,000 pesetas para reparación de caminos vecinales, pedí una relación de estos y sin preocuparme del color político de los Ayuntamientos interesados, distribuir aquella cantidad equitativamente para que el beneficio alcanzara por igual a todos los pueblos. De ello a Córdoba solo correspondieron unas pesetas para la carretera de Trassierra, un trozo de la de Santo Domingo y otro de la del Lagar de la Cruz.
En materia de Beneficencia, precisa hacer muchas cosas, pero dentro de los límites de un presupuesto rígido, a pesar de que han aumentado considerablemente todos los servicios. Para salir de este atolladero, es indispensable que el Gobierno dé nuevas normas, constituyendo estos organismos en forma democrática, acabando con las Comisiones gestoras, que tienen que responder a exigencias políticas y carecen de libertad de movimientos.
En mi obra, que no es personal, observo una conducta recta y honrada y dentro de mi modestia y de mi preparación muy mediana, demuestro que, con buena fe, voluntad y corazón puede regirse a un pueblo. Mi único deseo es que al salir de la Diputación pueda hacerlo como entré, con la conciencia tranquila y la cabeza erguida, para gloria mía y del partido que en mí depositó su confianza.
Ahora quiero deciros cuatro palabras del Ayuntamiento de Córdoba, a pesar de que entiendo yo que los que no actuamos de una forma asidua, no tenemos derecho a intervenir, ni censurar, ni aplaudir lo que se está haciendo. Desgraciadamente el partido radical ha salido maltrecho y malparado de su actuación municipal; esto hay que reconocerlo con pena y con dolor, pero pienso que acaso el fracaso hubiese sido mayor de ser otro el partido que al advenimiento de la República se hubiera hecho cargo de la administración municipal. En los días anteriores al glorioso 14 de abril de 1931, tuvimos que hacer grandes esfuerzos para reunir quince hombres que estuvieran dispuestos a afrontar los peligros del momento y hubo que recurrir a los más entusiastas y decididos, aunque carecían de la necesaria preparación municipalista. De los veintisiete concejales de izquierdas que fuimos al Municipio, quizá solamente cinco o seis llevaban los conocimientos necesarios para una labor fructífera, y de ahí emana el fracaso. En el año 31, las muchedumbres hambrientas llegaban al Ayuntamiento en demanda de trabajo y no hubo otro remedio que darles ocupación a costa de las arcas municipales. Tal vez por ello Córdoba no tuvo que lamentar los graves sucesos que se desarrollaron en otras provincias. Solo se registró en nuestra ciudad el lamentable episodio de San Cayetano, hecho que quizá se debiera a quienes lanzaron al pueblo a una verdadera locura. Los partidos se disgregaron por odios y venganzas y nos hemos pasado más de dos años levantando calumnias unos contra otros, sin preocuparnos de la administración de la ciudad. Así las cosas, hemos llegado a un presupuesto municipal que asusta. En 1931, el presupuesto municipal importaba 5.720.622 pesetas. En 1932, importó 6.235.000 pesetas. En 1933, ascendió a 6.953.000 pesetas y en 1934, llega a la suma de 7.165.000 pesetas. Es decir, que el presupuesto municipal se ha aumentado en unas 500.000 pesetas anuales. Eso ha sido una consecuencia de la revolución operada. Cerca de 500.000 pesetas se han invertido en personal con motivo de tener que establecer la jornada de ocho horas en los servicios municipales, que ha aumentado el presupuesto en un 33 por 100. El Estado debió prever este caso, dando una ley de Haciendas locales con preferencia a todas las leyes y evitando una descabellada administración como la que se viene haciendo en muchos Ayuntamientos.
Todos los concejales que componen el actual Ayuntamiento son igualmente dignos y honorables, pero en ellos se advierte un agotamiento moral que ha motivado un divorcio con la ciudad, la cual tampoco se preocupa de la administración municipal. El problema del agua viene costando muchos miles de pesetas al año y yo, modestamente, creo que no hay otra solución que la de adquirir las aguas de la Empresa que actualmente explota el servicio. Otros problemas de gran trascendencia, tales como el del alumbrado y otros, tiene que resolver el Ayuntamiento. Para ello no creo yo que pueda esperarse a nueva convocatoria de elecciones municipales. En la prensa local de todos los matices se leen a diario clamores contra la política municipal, y yo me atrevería a solicitar de los partidos políticos, no una tregua en la lucha, sino que desprendiéndose de egoísmos políticos permitan la entrada en el Ayuntamiento de gente nueva, que inyecte savia nueva dentro del Municipio. ¿Comisión gestora? ¿Cubrir vacantes? No lo sé. Así no puede continuar la vida municipal. Por Córdoba y para Córdoba, yo no pido una tregua en la lucha política, que sería buena cosa; pido que nos preocupemos de la vida municipal. Reflexionen todos; el partido radical está dispuesto al sacrificio, dando paso a gente nueva, de todas las actividades ciudadanas, que lleven auxilio y salvación al Ayuntamiento de la ciudad.
Pablo Troyano Moraga.[1]



Referencias

  1. Una conferencia del presidente de la Diputación don Pablo Troyano, en el Diario de Córdoba, 24 de abril de 1934, pág. 1.

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