Convento de San Martín

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El convento de San Martín fue un convento situado en la actual intersección de la calle Concepción y la avenida del Gran Capitán. Creado sobre el Palacio de los Marqueses de Comares en el año 1635, tuvo vida durante 2 siglos.

En el año 1836 fue suprimido y sus monjas fueron repartidas por otros conventos de la ciudad. En el año 1840 el Ayuntamiento solicita la demolición del mismo para llevar a cabo un paseo alameda, el paseo de San Martín, cuestión que se logra en el año 1843. En 1862 se suprimió este paseo para la creación de la conocida hoy día como Avenida del Gran Capitán.

Origen del Convento de San Martín[1]

El palacio de los marqueses de Comares cogía todo el trayecto de la calle del Gran Capitán hasta la línea de la calle del Huerto de los Limones a la de la cAlegría, con todo el terreno ocupado por el café y teatro de aquel título. Dicen que estaba rodeado de vistosas almenas y que en su interior era magnífico y construido con el gusto que reinó después de la conquista. Ausente aquella familia de Córdoba, quedó deshabitado, y poco a poco fue transformándose casi en ruinas, hasta que se convirtió en convento de San Martín, cuya fundación hemos examinado.
En el primer tercio del siglo XVII moraba en Córdoba Martín Gómez de Aragón, casado con doña Leonor de Aragón, los cuales no tuvieron hijos y sí una respetable fortuna que deseaban emplear en alguna obra piadosa. Muerta ella arreció en él aquel deseo, y en 19 de octubre de 1635 otorgó su testamento ante el escribano Gonzalo Fernández de Córdoba, de cuyo largo y curioso documento hemos visto un ejemplar impreso en un tomo de varios de la Biblioteca provincial.
Muerto a poco el testador se abrió el pliego cerrado en 2 de diciembre del mismo año y se vio que se mandaba enterrar en el convento del Corpus con su mujer, debiéndose hacer multitud de sufragios por las almas de ambos cónyuges, permaneciendo allí hasta que se erigiese un convento que mandaba fundar dedicado a San Martín y con la regla de San Benito y San Bernardo. Designaba el solar de la Alcaicería, cercano a su casa, mandando que las primeras monjas fuesen tres de la Encarnación, si el obispo lo permitía, y que en lo sucesivo hubiese veintiséis religiosas y cuatro criadas nombradas por los patronos, y de las que habían de ser catorce paneritas suyas, seis de su mujer y seis extrañas; de éstas, dos nacidas en el barrio de San Lorenzo, dos en los pueblos del obispado y las otras dos del colegio que después decimos y del que habían de salir también las cuatro criadas.
Al mismo tiempo había de fundarse expresado colegio de niñas huérfanas, llamadas también de la Piedad, a semejanza del que hacía poco fundó el padre Cosme Muñoz, que ya conocen nuestros lectores; tendría sus maestras y éstas educarían a las niñas pobres que los fondos permitiesen, no pudiendo unas ni otras salir de la clausura.
El edificio de ambas fundaciones sería uno mismo, con dos departamentos completamente separados, con sus recibimientos, porterías y todas las dependencias distintas, a excepción de la iglesia, que sería una misma con diferentes coros o tribunas. En su capilla mayor se habían de hacer dos huecos o enterramientos, el del lado del evangelio únicamente para su cadáver y el de su mujer, y el de la epístola para los patronos que en adelante fuesen del convento, con arreglo a los llamamientos que hacía.
Muerto Martín de Aragón, abierto, como hemos dicho, su testamento, no sabemos qué dificultad surgiría para no realizarse la fundación en el solar de la Alcaicería, y entonces los patronos hubieron de adquirir las casas de los marqueses de Comares, que reformaron por completo, erigiendo iglesia, cuya puerta daba frente a la calle de la Morería, teniendo la pared foral en terreno ocupado por la casa nueva que hace esquina. Era de medianas dimensiones y bonita, con coro alto y bajo para las monjas, toda vez que los fondos no alcanzarían para el colegio, que no llegó a realizarse.
De dicha iglesia sólo se conserva, que sepamos, el retablo del altar mayor -que es el del sagrario de la parroquia del Salvador y Santo Domingo de Silos- y las puertas ferales, que las pusieron en el lagar del Altopaso.
El convento tenía un gran patio de entrada con dos puertas, una a la misma calle de San Martín -que corría desde la esquina de la del Conde Gondomar hasta la del Huerto de los Limones, conociéndose antes por la calle Sola, en razón de no tener ni una casa-, y la otra puerta daba frente a la parroquia de San Nicolás. Poco más allá, y formando esquina a la calle de la Paciencia, tenían un mirador. En este edificio estuvo el Puteal Taddai o brocal de que hablamos en la calle de Isabel Losa, a donde no sabemos cuándo lo llevarían.
En 1836, en virtud de una orden para suprimir algunos conventos, tocó esta suerte al de San Martín, cuyas monjas se repartieron entre otros, permaneciendo cerrado cuatro años, hasta que el Ayuntamiento lo pidió para hacer un paseo en su solar. Concedido, procedióse al derribo en 1840, siendo alcalde don Carlos Ramírez de Arellano, y se terminó en 1843, siéndolo don José del Bastardo Cisneros. El derribo lo llevó a cabo una brigada de presidiarios, dejándolo en alto para economizar los gastos del desmonte.
Hiciéronsele primero unas gradas y después rampas, en dos entradas cerradas por cancelas, últimamente de hierro, que aún existen; una en el jardín de don Juan Bautista León, en los Tejares, y la otra en la hacienda conocida por El Brillante. Era un bonito paseo en forma de cruz, con cuatro jardines, cercado de verjas y largos asientos respaldados de hierro.
Diecisiete años después el arquitecto don Pedro Nolasco Meléndez, de quien ya nos hemos ocupado en varias ocasiones, concibió el pensamiento de abrir la calle del Gran Capitán hasta los Tejares, y aun cuando en un principio pareció descabellado, la realización ha venido a probar lo útil y conveniente que era. Expropiáronse cuatro pequeñas casas que cerraban el paso, dejando un pequeño callejón que en línea curva iba desde la esquina de San Hipólito al callejón del Águila; tomóse terreno de los huertos del Vidrio y del Águila, y abrióse la calle hasta los Tejares, rompiendo la muralla; procediose al desmonte del paseo de San Martín, y realizado, viose que sobraba el terreno ocupado por el teatro y café; anunciose en venta, y no habiendo postor, se cedió gratis a una empresa que ofreció construir casas, con las que volvían a quedar sin las buenas vistas que habían adquirido todas las de la contraria acera de la calle de la Paciencia.
Esta gran mejora la realizaron varios Ayuntamientos; unos abriendo la calle, otro formando el paseo, otro plantando los naranjos y otro colocando los asientos. [2]

Referencias

  1. RAMÍREZ DE ARELLANO, T.. Paseos por Córdoba. Barrio de San Nicolás de la Villa. Disponible en Internet
  2. RAMÍREZ DE ARELLANO, TEODOMIRO. Paseos por Córdoba. Paseo 8. Barrio de San Nicolás de la Villa

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