Gambrinus
Bar que estuvo ubicado en la calle Jesús María en el número 10, donde se asienta actualmente la cafetería del hotel junto al Teatro Góngoera. Fundado en la década de los 30, por Paco Alcalá, industrial granadino, se trasladó a la calle Alfonso XIII donde desapareció años después.
En la década de los 2000, abrieron nuevos Gambrinus en Córdoba, uno en el centro comercial Zoco y otro en el centro Comercial Arcángel, así como un tercero en Montilla, franquicias del grupo de restauración Beer&Food que también desaparecieron.
Recuerdos Cordobeses
De José Rafael Solís Tapia, publicado en Córdoba en Mayo:
La primera vez que yo me asomé a aquel local de la calle Jesús María de Córdoba -cosa de chiquillo- fue antes de la Guerra Civil de 1936. Me llevé una gran impresión. Aquello tenía todas las características de un templo. Luego supe que lo fue, en la puerta había un gran biombo con unos colores y unas siglas de un partido político, muchas sillas de anea y una tribuna, alguien me dijo que un día entró allí un camión con guardia de asalto para poner orden. Ya en plena guerra, tomé contacto y allí estaba el bar «Gambrinus», propiedad de Don Paco Alcalá, industrial granadino, que le dio al negocio un nuevo giro, por la actividad de la calle, ya que frente estaba la casa central de Correos y Telégrafos -donde hoy se levantan unos grandes y populares almacenes- y junto al flamante Cine Góngora. El bar tenía una gran afluencia de público, empleados de Correos, gente de paso, por estar en plena contienda, militares, muchos militares. También se reunían diariamente un buen grupo de soldados alemanes -sería por lo de «Gambrinus»- que pertenecían a la Legión Cóndor, destacados en el Castillo de la Albaida, como el local eran tan grandísimo, en el fondo, estaba el servicio de Restaurante dividido por unas mamparas donde el menú del día, compuesto de tres platos, pan, postre y vino por el precio de tres pesetas y quince céntimos. Hay que tener en cuenta que el muchacho del bar al que yo conocía ganaba por ocho o diez horas de trabajo, dos pesetas diarias, todavía circulaban las monedas de plata, hablo de 1937. Por los años 30 albergó «la Casa del Pueblo», según refiere Pío Baroja en su obra Los Visionarios, hasta 1885 había sido el teatro Moratín. El bar tenía una puerta central y a cada lado un escaparate, los cristales como en todos sitios con las aspas de papel engomado, para evitar su rotura; a la derecha, un largo mostrador con una máquina de café exprés de dos brazos, niquelada y una altura de un metro. Era italiana, marca Pavoni; también a la derecha había una larga escalera que conducía a lo que antes fue el coro, donde tenían instaladas dos mesas de billar, que su trabajito costaría el subirlas. De vez en cuando estos bares se quedaban vacíos cuando sonaba la sirena, que había instalada en la terraza del edificio de El Fénix Español'' de la plaza de las Tendillas, anunciando la llegada de aviones, la gente buscaba refugio en los sótanos cercanos, muchos ya no volvían y no pagaban las consumiciones. A las nueve de la noche, se encendía el gran aparato de radio, y el local se paralizaba, todos en silencio para escuchar las charlas del general Queipo de Llano. Había varios camareros, entre ellos, uno muy ocurrente, que se llamaba Manolo el Sevillano. A este hombre una mañana le entró un hombre con aspecto de forastero. Se sentó en una de las muchas mesas que había, se fue para la mesa, Manolo, le dijo: «¿Qué desea el señor. Yo, nada», le respondió, pasó un ratillo y volvió a preguntarle... «El señor desea ya algo?» No nada. Es que... para estar aquí sentado hay que «pedir» algo. Pues... «frotándose las manos le contestó: Deme usted un cigarrito...». En la calle Jesús María había varios bares. El popular Correo -que aún continúa- del señor Carrasco que en aquellos años hicieron popular la frase de... «Pasen al salón...». Enfrente estaba Ariza antes de establecerse en la calle Siete Rincones hoy calle Málaga-, otro era el «Bar Balilla» atendido por un señor calvo, muy sonriente, siendo la especialidad de la casa unos grandes y económicos bocadillos de callos que te lo daban chorreando salsa, al tiempo que te decía, ¡toma bali! ¡El bar siempre estaba abarrotado y en el suelo dos dedos de serrín para empapar las gotas de la salsa, junto al «balilla» había un fotógrafo que formaban colas bien para recoger o hacerse fotos, los soldados que se encontraban en Córdoba, hospitalizados o de regreso de los frentes. Al final de la calle Jesús María, dirección a Santa Ana, estaba la «taberna de Guerrero», donde acudían los buenos aficionados a jugar al dominó; en aquellos tiempos, de comida no se andaba muy mal, cuando la cosa se puso fea, fue en 1940/41, bautizado por el pueblo sencillo con el nombre del «Año del Hambre», peseta que se tenía, peseta que se gastaba en la Corredera, en un cartucho que contenía seis tortillitas del tamaño de una pelota de ping-pong, hechas de maíz o de lo que fuera, pero que sabían a gloria. El viejo templo de la calle Jesús María, que tanta actividad tuvo, fue demolido; en su lugar, se levantó una casa, hoy en su local comercial hay una confitería. La familia Alcalá se trasladó a la calle Alfonso XIII, exactamente frente a la puerta de servicio del Círculo de la Amistad, donde volvió de nuevo el bar Gambrinus, que permaneció varios años, hasta que otra vez la piqueta se encargó de echar la casa abajo y desaparecer el bar Gambrinus, que también quedó en el recuerdo de los sexagenarios de hoy. |
Localización
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Antiguo Bar Gambrinus. Aleje el mapa para ver la ubicación de los Gambrinus actuales en Córdoba |
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