Jardines de Colón

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Vista de los jardines
Fuente de los Jardines
Morabito

Situados en la céntrica plaza Colón, a menudo se les conoce también como Jardines de la Merced ya que a esa zona de la ciudad se le llamaba antes Campo de la Merced por la proximidad con el convento de la Merced (actual sede de la Diputación de Córdoba). Además de una variada flora, los jardines tienen una fuente en el centro, a la que confluyen todos los caminos y junto a la que hay una pequeña mezquita conocida como El Morabito. En dos de las esquinas del parque hay situados sendos colegios: el C.E.I.P. Colón y el C.D.P. Ferroviario.

Historia

Hasta 1831, hubo en el Campo de la Merced una plaza de toros, el Coso en el Campo de la Merced. En 1835 el Conde de Torres Cabrera, alcalde de la ciudad, propone convertir el Campo de la Merced en un paseo. Se pusieron los cimientos de la fuente, pero no llegaron a realizarse. Los jardines se construirían a principios del siglo XX, según el proyecto firmado en 1905. Los jardines fueron remodelados en 1994.

La fuente es obra de Rafael del Rosal, según el proyecto Carlos Sáenz de Santamaría. De estilo modernista, se construyó en los años 1920.

Durante la Guerra Civil se construyó en el parque una pequeña mezquita, para las tropas procedentes de África, el Morabito. Quedó después sin uso, hasta 1992, en que el ayuntamiento, a través de un acuerdo, la cede a la Asociación de Musulmanes de Córdoba, como centro de culto y de reunión.

Flora del parque

Lo primero que llama la atención de la flora de los jardines de Colón son sus numerosos y variados árboles, entre los que encontramos plátanos, melisas, palmeras, naranjos y pinos. En las parcelas de césped hay también una amplia diversidad de arbustos como las adelfas, los rosales, el durillo o los senecios.

Listado de especies del parque
  • Arbóreas: plátano, árbol del paraíso, palmera, naranjo, pino, casuarina, moreras, cedro del Himalaya, álamo blanco, pruno, melias, palma, acacia de tres espinas, brachichiton impar, mimosa, mandarino perfumado, cipreses grises.
  • Arbustivas: durillos, aligustres, yucas, pitas, adelfas, fotinias, rosales, senecios, áloes arborescentes, hebes y tuyas.

Rincones de Córdoba con encanto

Referencia a los jardines de Colón en Rincones de Córdoba con encanto, de Francisco Solano Márquez. 2003. Diario Córdoba


La plaza de Colón tiene en los jardines del antiguo Campo de la Merced, remodelados en 1994, un corazón verde donde buscar refugio frente al tráfico circundante, la prisa, el desasosiego. Una isla de vegetación rodeada por un anillo de edificios de siete plantas que la ahogan; este perímetro renovador ha respetado, menos mal, la torre bajomedieval de la Malmuerta y la fachada barroca del antiguo convento mercedario, cuya noble arquitectura se transparenta por entre la arboleda. No debe extrañar el porte de los árboles que aquí elevan sus copas hasta sobrepasar los edificios del entorno, pues están fertilizados por las cenizas de patricios romanos que hace dos milenios encontraron el reposo eterno en el cementerio que hubo en el lugar, como aún testimonia el topónimo de la cercana Puerta de Osario.

Pero el semblante que hoy ofrecen los jardines no es de muerte sino de vida; palpita la vida bajo la arboleda, que cobija amorosamente los juegos de niños, la tertulia doméstica de las madres vigilantes, la taciturna reunión de jubilados, el diálogo sin palabras de los amantes, los perros cautivos y las palomas libres, que se desplazan en un blanco barullo hacia la mano que les brinda alimento... Dos ritmos bien distintos tiene la vida que transcurre en los jardines: el sosiego de quienes están, y se sumergen complacidos en la envolvente compañía de la vegetación, y el andar apresurado de quienes pasan, ajenos a un espacio privilegiado que desprecian sin dejarse seducir, mero atajo en su trayecto cotidiano.

El centro geométrico de este corazón verde lo constituye la fuente, que, como los propios jardines, tuvo un parto lentísimo y laborioso; emprendió ambos proyectos en 1835 un efímero alcalde, el Conde de Torres Cabrera, pero no cuajaron. Los jardines actuales responden a un proyecto de 1905, mientras que la fuente se construyó en los años veinte. Es una obra de aliento neorromántico, realizada en hormigón por el escultor Rafael del Rosal, según proyecto del reputado arquitecto Carlos Sáenz de Santamaría. Sobre el centro del gran pilón circular, anillado por tuyas, surge el pilar central, sobrecargado de veneras y peces de leyenda, sobre el que se encaraman dos tazas decrecientes rematadas por el penacho de un copioso surtidor, que al caer se desmaya en guedejas de agua.

Una docena de bancos de fundición pespuntean el perímetro de la circular explanada –su forma recuerda la de la plaza de toros que hasta 1831 hubo en el lugar– e invitan a contemplar el grato espectáculo. El rumor del agua, el zureo de las palomas y las risas infantiles levantan una bucólica barrera acústica que amortigua el molesto ruido del tráfico, incesante más allá de las verjas de dorados remates, que proporcionan a los jardines un toque palaciego. Los ocho paseos radiales conectados con las entradas confluyen en el círculo central, todo pavimentado de rojizos adoquines, que, aunque proporcionan más pulcritud, añoran el albero de antaño. A la vera de la fuente dibuja su exótica silueta oriental el somnoliento morabito, hoy transformado en modesta mezquita y sede de la Asociación de Musulmanes. En el contiguo parque infantil juegan los niños, ajenos a cualquier tentación de xenofobia.

Hay que recurrir a Lola Salinas y a Manuel de César para que, a través de su libro Parques y jardines cordobeses, nos guíen por la botánica del recinto, “de los más cuidados y bellos entre los cordobeses”, que anotan entre su arboleda robustos plátanos de sombra, palmeras datileras y canarias, melias o árboles del paraíso, naranjos, recios pinos, esbeltas casuarinas, moreras, tres cedros del Himalaya y álamos blancos, así como ejemplares únicos, como la acacia de tres espinas, el brachichiton, la mimosa, el perfumado mandarino y los cipreses grises. Sin contar las arbustivas plantas que crecen en los parterres, ahora alfombrados de césped, en los que se agrupan macizos de cañas y de agapantos, que al final de la primavera mecen sus violáceas flores sobre esbeltos tallos cimbreantes.

Localización

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