Pío Baroja y Córdoba

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Mesa de Pío Baroja en la Taberna el Tablón

Don Pío Baroja y Córdoba

[1] Leyendo en El Día de Córdoba, un artículo del admirado escritor cordobés Joaquín Pérez Azaústre, me llamó la atención el recuerdo que hace de la estancia de don Pío Baroja en nuestra ciudad, a la par que describe la vinculación que tuvo con la antigua taberna de Taberna El Tablón, probablemente entre 1904-05:

...“Muy poca gente sabe que en la Judería hay una mesa en la que se sentó un día Pío Baroja, todavía joven mocetón, andariego y disperso, a corregir su primer manuscrito de La Feria de los Discretos; novela de lectura obligatoria, de la que todo el mundo habla, pero que muy pocos cordobeses han leído”…

Y así es, La Feria de los Discretos es un excepcional documento antropológico, de la Córdoba del último tercio del siglo diecinueve. Novela de la que se ha escrito bastante, para bien o para mal, pues no faltan historiadores que critican el hecho, de que el autor no contempla, precisamente con admiración, a los lugareños. Es cuestión de enfocar el asunto con sensatez y con la mentalidad del momento, porque lo cierto y verdad, es que la ciudad que describe el maestro Baroja, coincide a grandes rasgos, con la realidad social y la idiosincrasia que caracterizaba a la época, de la que se nutre para estructurar la obra.

Quise ver la mesa que cita Azaústre y visité "El Tablón". Saludé a Rafael, dueño y conservador de uno de los muchos rincones entrañables de Córdoba, que el tiempo ha paralizado. Y dialogamos, sobre todo del espacio perfumado por vinos de solera, que arropan a los recuerdos y que los mecen en un calendario centenario. Allí, efectivamente, estaba la mesa, decimonónica, típica de las tabernas antiguas. En el mármol blanco que la corona, primero Baroja, después otros escritores, y hoy Azaústre, golpearon y golpean las cuartillas para cuadrarlas, repletas de apuntes y sentimientos. De todas formas, como las fechas y las situaciones vividas antiguamente en tan ilustre taberna, nos quedan un tanto confusas, y por otra parte, con una historia de “El Tablón” poco perfilada, prometo volver sobre el establecimiento en cuestión, en un trabajo monotemático.

Don Pío Baroja, estuvo en nuestra ciudad, digamos que cómodo, tranquilo, envuelto en una telaraña social estancada, que le permitió darle una vida muy aproximada, a los personajes de la novela. Entraba en el Café Suizo de la calle Ambrosio de Morales, y en el Círculo de la Amistad, compartiendo con amigos cordobeses, conversaciones entrañables y profundas. Entre esas buenas amistades, nos consta que le acompañaban: Julio Romero de Torres, con el que también se encontraba en Madrid; el refinado y culto óptico Agustín Fragero Serrano, el librero Pedro de Vegas, y algunos años después mi tío Antonio Losada Campos, con el que pateó culturalmente Córdoba. Por cierto que en una entrevista que le hicieron a mi tío Antonio en 1960, hizo, sobre el particular, el siguiente comentario:

…”Un día, hallándome en la “Librería de ocasión” de mucho abolengo en Córdoba, en la plaza de San Salvador, entró don Pío con su inconfundible estampa e indumentaria característica de bufanda, boina y paletó. El librero (su amigo de Vegas) se apresuró a saludarle, a la vez que se sirvió presentarme al mismo. Después charlamos y el joven aprendiz de escritor, que entonces era yo, le fue simpático al ya célebre novelista. Salimos a la calle con nuestras respectivas compras de libros raros. Tomamos café con solemnidad ritual – don Pío hacía de este acto un verdadero rito-, y después paseamos por las calles más apartadas y silenciosas de Córdoba, de esa Córdoba callada y discreta que él había visto y descrito magistralmente. Otras tardes tomamos café…” (Losada dejó escrito para el recuerdo, en el ''Diario Córdoba'' de los sesenta, una serie de artículos bajo el epígrafe de: Mis paseos con Baroja).

También conoció a cordobeses en Madrid, como fue el caso del reconocido pintor Antonio Povedano, quien contaba con su gracejo habitual, que fue un día – recomendado por Camilo José Cela – a casa del escritor vasco y los recibió así:

- Pasen, pasen –dijo sin preguntar quiénes éramos- .
- ¿No serán ustedes de esos tipos que con sus aparatos lo recogen todo?...
- No don Pío, somos cordobeses.
- ¡Ah Córdoba! De allí escribí una “novelucha” que no sé si la habrán leído. Estuve en una pensión de la calle Gondomar, que se llamaba Peninsular.

En esa novela, calificada de “novelucha” por el autor, intervienen en la trama, como ya he apuntado, personajes de la tierra muy conocidos. Por ejemplo el bandolero ecijano Pacheco, amigo nocturno de los toreros “Bocanegra” y “Lagartijo”, quienes se reunían para tomar unas copas, amparados en la noche y en estrictas medidas de seguridad, en una taberna de la calle Mayor de Santa Marina. Baroja, ya se sabe, ambientó la novela muy poco antes de la revolución social de septiembre de 1868, más o menos, cuando el joven “Lagartijo” ya saboreaba rotundos triunfos taurinos.

En uno de los pasajes de la obra, relata el liderazgo de Pacheco-conocido real del diestro cordobés-,al frente de los revolucionarios:

…”Quintín comenzó a ver a dos jinetes que marchaban al frente de las turbas. Uno de éllos era Pacheco; el otro su hermano.
¡Viva la libertad! ¿Viva la revolución! – gritaba el bandido levantando el brazo en el aire. Y la gente repetía sus vivas con entusiasmo y añadía después: ¡Viva el segundo Prim! ¡Viva el general Pacheco!”...

No obstante, al margen de la ambientación, el hilo conductor de la novela es Córdoba y sus habitantes, durante buena parte de 1904, y fue traducida a varios idiomas. Mezcló certeramente, creo, los personajes con los que estructuró la obra, con los propios y reales de una ciudad, – en aquella época – tan gris como interesante por la atractiva idiosincrasia de los cordobeses, que nos abre una ventana de aire fresco, cuando en la misma novela figura una frase de esperanza en su futuro:

”Esto está muerto…(argumenta Quintín)
No, no, eso no. (contesta Springer hijo) Esto no está muerto; Córdoba es un pueblo que duerme”…

Este supuesto Springer, corresponde a la intervención figurada en la novela, de su amigo real, el suízo Schmitz.

Pablo García Baena, contestando a una pregunta que se le hizo al respecto, confirma que Baroja entendió de forma brillante el carácter cordobés, tratándolo acertadamente en los distintos pasajes de la novela. Y describe rincones con total naturalidad y conocimiento, tales como: la Corredera, el santuario de la Fuensanta, la plaza de la Almagra, Las Tendillas, Gondomar, etc.

El escritor, en las conversaciones con su biógrafo Juan Sebastián Arbó, comenta lo siguiente:

…”Decidí marcharme a Córdoba. Tenía cincuenta o sesenta duros de varios artículos que había cobrado. Por entonces me escribió Darío de Regoyos, diciéndome que marchaba a Gibraltar, por si quería ir con él. Le contesté que yo había pensado quedarme en Córdoba. Llegué a esta ciudad y fui a un hotel de la calle Gondomar…/…Con las impresiones de Córdoba escribí mi novela La feria de los discretos”…

Y no es la primera vez en la que Córdoba es protagonista, hubo una segunda ocasión, si bien menos notoria, en otra de sus novelas: “Los visionarios”, en la que explícitamente trata de los desequilibrios sociales que se producen en la época, justificando de alguna forma, los actos de bandolerismo propios de aquellos momentos, sin duda injustos y que Baroja los aborda con sinceridad, pero de una forma discutida y polémica. La novela aparece en el mercado en el año 1932, con escaso interés por parte de sus lectores habituales. Este resultado negativo fue sin duda provocado, porque el tejido social que retrata, no tuvo el interés que Baroja creyó podría despertar. Y también, por el posicionamiento del autor con respecto a estos problemas. Algunos capítulos de “Los Visionarios”, probablemente los recreó, basándose en pasajes de la vida real del librero Vegas.

Por cierto, que en esta segunda visita, cuando amigos de la tierra, acudieron a despedirle a la estación, se sintió halagado, y muy emocionado comentó a los que le rodeaban:

…”gente amable, esta gente cordobesa”…

Nada más apropiado que cerrar este trabajo, corrigiendo mis apuntes en la misma mesa de mármol – la de la taberna El Tablón- , que años atrás soportó otros papeles, otro borrador más complicado y extenso quizás. Baroja utilizó la mesa en cuestión, para las notas de la novela “LOS VISIONARIOS”. En este establecimiento vivió momentos íntimos y relajados, pensando y consolidando la estructura literaria de la obra, y, sin duda, acompañado de amigos cordobeses, entre los que se encontraba el librero Pedro de Vegas, protagonista en parte de la narración mencionada.

Referencias

  1. Autor: Francisco Bravo Antibón publicado en Aires de Córdoba nº146 Septiembre/Octubre 2011.

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