Plaza de la Fuenseca
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Situación
Plaza situada en la calle Juan Rufo y en la que desemboca la calle Santa Marta. En esta plaza se encuentra situado el cine Fuenseca, así como la Fuente de la Fuenseca, que da nombre a la plaza.
En 1808 el fontanero José Bonilla Algaba trasladó la fuente desde el centro de la plaza hasta la pared del jardín de las casas de la marquesa de Mejorada.
Plaza de la Fuenseca según Paseos por Córdoba
- Sigue la calle de Juan Rufo hasta la de Alfaros, y antes de llegar a ella vemos una pequeña plazuela con una abundante fuente que, a pesar de ser de las que más agua tienen en todos tiempos, le dicen la Fuenseca, nombre que nos chocó sobremanera y no veíamos justificado, hasta indagar su origen. Este agua nace en el pozo de la exhuerta del convento de las Dueñas. En 1495 hicieron con ella una fuente muy alta en la calle de Alfaros o plazuela antes de llegar a la Cuesta del Bailío. En aquel punto no tenían las aguas la vertiente necesaria, y era menester un año muy lluvioso para que el manantial subiese y llegara el agua a la taza de aquélla; casi siempre seca, alcanzó por mofa el nombre que aún conserva.
- Convencido el Ayuntamiento de que allí no podía tener remedio, en 1760 la trasladó al centro de la plazuela en que hoy la vemos, colocándola en un hoyo al que se bajaba por dos o tres gradas, a llenar a un pilar con un marmolillo y en él puestos los caños. Esta forma tan mala hizo que en 1808 la quitaran e hicieran la actual, colocándole en lo alto un San Rafael que estaba sobre un pedestal de mampostería muy ridículo, que entonces desapareció. La mayor parte de su remanente va al huerto del rincón, antiguamente jardín de la ya citada casa del conde de Arenales.
- Más abajo de la expresada plazuela hay una casa recién obrada, con puertas de cochera, lugar de recuerdos gloriosos para la historia de Córdoba. Ganada por las tropas de San Fernando la ciudad baja o Ajerquía, donde estuvieron seis meses antes de rendirse la Almedina o Villa, sentó sus reales en esta parte, y en aquel punto se dijo la primera misa que hubo en Córdoba después de tantos siglos dominada de los árabes; culto que se rindió a la verdadera religión, hasta que se consagró la Mezquita.
Agua clara de pueblo en Rincones de Córdoba con encanto [1]
La Fuenseca tiene un nombre paradójico, pues no está seca; la hermosa fuente vierte el agua fresca sobre el pilar por cuatro viejos caños de bronce. El primero por la izquierda es el más apreciado tradicionalmente por los vecinos del barrio que acudían a proveerse de agua para el consumo doméstico, como denota el desgaste del contiguo poyo de piedra originado por el roce de miles de cántaros a lo largo de casi dos siglos, que es la antigüedad de la fuente actual. Como en otros rincones remozados por Vimcorsa, la Fuenseca ostenta una inscripción que resume escuetos datos históricos: “La plazuela adquiere su nombre por la fuente, que a su vez toma su nombre de una original, de poca agua, existente en la calle Alfaros, hasta que en 1760 se traslada al centro de esta plaza. En 1808 se quita de ese lugar y se instala la actual, una de las más hermosas de la ciudad”. Los cuatro caños se inscriben en un frontal de piedra gris rematado por el escudo de Córdoba, y, bajo él, una inscripción ratifica que “esta fuente se trasladó de el medio de esta plaza a este sitio año 1808”. Lo más encantador de la fuente es, sin duda, la tosca imagen de San Rafael que la preside, escoltada por dos artísticos faroles. Por la noche incorpora la fuente un detalle estético que aumenta su encanto: los reflectores colocados bajo el agua del pilar proyectan sobre el testero los reflejos temblorosos que se originan sobre la superficie al caer los chorros, lo que produce un efecto de tenue llamarada, como si ardiera la piedra a los pies del Custodio; contrasta esa vibración con la blanca luz de los dos faroles que flanquean la imagen, faros en las noche para orientar a viajeros errantes. Al conjunto le presta mucho encanto la pequeña torre mirador que hace esquina con la calle Juan Rufo. Apenas si ha variado este armonioso conjunto con los años, como atestiguan las viejas postales. Una plaza tan pintoresca no pasó desapercibida para la sensibilidad de un artista observador como Julio Romero de Torres, que la llevó repetidamente a los fondos de sus cuadros. Por cierto que María Teresa López, la Chiquita Piconera, habitó en este perímetro. En la misma vertiente perdura el cine Fuenseca, uno de los pocos locales de verano que sobreviven en Córdoba, que bajo el eslogan “cine a la luz de la luna” ofrece a precios populares los estrenos de la última temporada. Pero la película suele ser, a menudo, un mero pretexto para sentarse al aire libre y compartir los fotogramas con la cerveza fresca y las pipas saladas. No hace tantos años proliferaban en Córdoba los cines de verano, y no había barrio sin el suyo. Entre ellos aún recuerdan los cordobeses mayores aquella encantadora terraza del Góngora, que, como detalle de distinción, tenía mecedoras en la zona del ambigú. Qué tiempos. Pero la crisis del negocio o el aprovechamiento urbanístico fueron aniquilándolos, y este verano de 2003 sólo persisten cuatro de los más tradicionales; además del Fuenseca, Delicias, Coliseo San Andrés y Olimpia. Otra costumbre en extinción. Del ángulo opuesto al del cinematógrafo arranca la angosta calle Santa Marta, que ya en su nombre anticipa la cercanía del convento de Jerónimas. Completan el perímetro urbano casas encaladas de dos alturas. La plazuela es un rectángulo de no más de 180 metros cuadrados, adyacente a la calle de Juan Rufo. La actuación de Vimcorsa la ha redimido de su antigua condición de aparcamiento. El pavimento de menudos cantos rodados queda preservado de los autos por postes de hierro y cadenas. Un acogedor oasis en el que es posible recuperar la ilusión de la Córdoba de ayer entre el arrullo de los caños, cuyo perenne canto a cuatro voces ayuda a abstraerse del tráfico de paso. |
Referencia
- ↑ MÁRQUEZ, F.S.. Rincones de Córdoba con encanto. 2003. Diario Córdoba
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