Campo Santo de los Mártires

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Situación

El Campo Santo de los Mártires es una zona que se encuentra en el entorno de la judería. La tradición cuenta, de ahí el nombre que toma esta zona, que fue la zona de la ciudad en la cual se sacrificaron y enterraron los mártires cordobeses en tiempo de la dominación romana. Entre los pocos hitos se encontraba el monumento al triunfo de los Mártires promovido por Ambrosio de Morales en el año 1588 y que fue destruído en el año 1810 con la dominación francesa.

Historia

El Campo Santo de los Mártires, con la torre de la Mezquita Catedral al fondo

En el límite de la ciudad y durante muchos años en una zona de extramuros, el Campo Santo de los Mártires fue una zona sin urbanizar que provocó constantemente la acumulación de tierra.

A finales del siglo XIX y en el ánimo del consistorio de la creación de zonas ajardinadas situadas extramuros, tal y como había ocurrido con el Paseo de la Victoria o el Campo de la Merced. Así en 1879 el Ayuntamiento decide la adquisición de dos cocheras en el Campo de los Santos Mártires posibilitando una futura zona ajardinada.

En 1896 el arquitecto municipal Patricio de Bolomburu redacta un proyecto municipal para la creación de un jardín en este entorno. Este proyecto no será retomado hasta 1901, encargándose en esta ocasión a otro de los arquitectos municipales, Pedro Alonso, la preparación del presupuesto para la ejecución del jardín. El 11 de febrero de 1901 se acuerda la ejecución del citado jardín.

La escasez de agua para poder regar este espacio ajardinado, supuso posponer el proyecto hasta 1903, cuando el Cabildo Catedralicio cedió el agua necesaria para el riego. Una vez comenzadas las obras a finales de marzo, trajeron consigo el descubrimiento de los Baños del Alcázar de los Califas, también conocidos como Baños Califales, que fueron puestos en valor a finales del siglo XX.

En la década de 1960 vivía en su número 2 el taxidermista Juan Barasona Santaló, que en 1967 cedió su magnífica colección de animales vivos para la fundación del Zoológico municipal, abierto en 1968.

En él se encuentra el monumento a Los Amantes y el Monumento a Alhakén.

Lugares de interés

Localización en el plano

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Campo Santo de los Mártires en Rincones de Córdoba con encanto[1]

Cuando el viajero baja por Fleming de la ruidosa urbe para sumergirse en la concentración monumental que se agolpa junto al río, el Campo Santo de los Mártires constituye una verde transición que sosiega el espíritu antes de adentrarse en los esplendores del pasado. Jardín perturbado por una diagonal de tráfico, constituye una verde encrucijada de caminos a la búsqueda de cercanos y sobresalientes monumentos.

En su libro Indicador cordobés, Luis María Ramírez de las Casas-Deza atribuye el origen del nombre a “haber sido el lugar donde muchos cristianos en las persecuciones de los árabes recibieron la palma del martirio”, afirmación que, aunque hoy no comparten los historiadores, dio lugar a la instalación de varias cruces entre los siglos XVI y XVII, que fueron bárbaramente destruidas por los invasores franceses en 1810. Estos terrenos habían pertenecido al extenso Palacio Califal, y cuando Alfred Guesdon dibujó en 1860 su famosa vista aérea de Córdoba aparecían como una explanada terriza.

El verde cuadrilátero concentra algunas curiosidades. Una reciente restauración devolvió su esplendor al vistoso edificio palaciego que domina la vertiente norte, construido a finales del siglo XVI por un canónigo, Juan Sigler de Espinosa. Más tarde perteneció al Marqués de Valderas, que en los años veinte del pasado siglo lo vendió a las Siervas de María Ministras de los Enfermos –como Salus Infirmorum, Salud de los Enfermos, bautizaron la casa–, y en él permanecieron hasta finales de los ochenta. Hoy acoge al Instituto de Estudios Sociales Avanzados. Una hermosa torre mirador, cuyas tejas vidriadas brillan al sol, subraya la esquina que busca la muralla, mientras que en la fachada llama la atención del viajero la bella galería de arquillos del piso superior y el delicado relieve inscrito en un friso de azulejos que representa dos pavos reales sosteniendo un blasón.

La plaza está de suerte. No sólo ha recuperado este noble edificio, que las Siervas de María abandonaron húmedo y ruinoso, sino que también ha visto renacer de su largo abandono los baños califales, ahora restaurados y protegidos por una cubierta, que sirve también como plaza aterrazada. Los baños califales propiamente dichos constan de salas templada y caliente, a las que hay que añadir la sala fría de otro baño almohade posterior. El milagro de una olvidada ruina puesta en valor permite a los viajeros imaginar que regresan a la Córdoba musulmana.

Junto al rincón donde abre el restaurante Almudaina no pasarán desapercibidas al viajero curioso dos ventanas tapiadas de raigambre gótica, que pertenecieron al antiguo Palacio Episcopal, construido en el siglo XV por el obispo Sancho de Rojas y destruido dos siglos más tarde por un incendio. Por encima del inhóspito muro que cierra el solar asoma la torre catedralicia anunciando su cercana presencia.

Dos jardines triangulares, separados por una vía diagonal adoquinada que canaliza el persistente tráfico, configuran este verde pulmón en la antesala del Alcázar, cuyas murallas y torres amarillean entre la arboleda. Predominan los umbrosos plátanos de oriente, los fragantes naranjos y las esbeltas palmeras datileras, junto a especies más infrecuentes, como robinias, prunos, palmeras washingtonias y un ejemplar de casuarina.

Los ajardinados setos arropan dos monumentos. Frente al muro del antiguo palacio episcopal un templete sustentado por columnas de mármol cobija dos delicadas manos esculpidas en bronce. El viajero se preguntará qué significa, y enseguida encuentra la respuesta en la inscripción del pedestal: “La ciudad de Córdoba a los enamorados el poeta Ibn Zaydun y la princesa Valada”. Y como testimonio literario de aquel amor de fábula, una estrofa pone en boca de la princesa: “Tengo celos de mis ojos, de mí toda, / de ti mismo, de tu tiempo y lugar, / aun grabado tu en mis pupilas, / mis celos nunca cesarán”. Es el monumento a los amantes, proyectado por el arquitecto Víctor Escribano. El otro monumento, erigido en 1976 a la memoria de al-Hakam II, y perdido entre los setos de la vertiente opuesta, mejor es olvidarlo en este recuento de encantos, pues ni la calidad artística de la estatua ni el pobre diseño del pedestal están a la altura del culto califa al que se pretende homenajear. </div>

Referencia

  1. SOLANO MÁRQUEZ, F.. Rincones de Córdoba con encanto. 2003. Diario Córdoba

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