Sucedió en el Salón Ramírez

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Sucedió en el Salón Ramírez

Avenida del Gran Capitán en los años veinte

Comentario

El Salón Ramírez estaba situado a la izquierda según se ve la foto, en el orden siguiente: Al principio de la imagen se ve el Gran Teatro, el sigue edificio es la Real Colegiata de San Hipólito, a continuación el Hotel Simón y el siguiente o cuatro edificio de una planta según la foto era Salón Ramírez, lugar donde actualmente está el Banco de España. En este local se realizaron las primeras proyecciones de cinematrógrafo, también había sesiones teatro y revistas. En el Salón fue presentada la famosa cupletista Dora la Cordobesita que por entonces lo regentaba el empresario Antonio Cabrera Díaz.


Recuerdos Cordobeses [1]

Se acercaba el florido mes de mayo de aquel año 1924, y Córdoba hacía los preparativos para celebrar su gran feria de Nuestra Señora de la Salud, nuestro paseo de la Victoria se convertía como por arte de magia en un atrayente escenario, y los preciosos jardines recibirían la brisa de al primavera y las caricias de nuestro envidiable sol, tan ambicionado por todos.

La comisión municipal de ferias de la época, había confeccionado un interesante programa de Festejos para todos los gustos y edades, incluyendo por vez primera un concurso de Reinas de Belleza de Barrios que despertó gran interés entre la juventud para participar en el mismo. Se inscribieron un buen plantel de señoritas de todos los barrios de nuestra ciudad; el jurado se vio y de deseó para la elección, porque fue mucha belleza la que allí se presentó.

Por el barrio de San Nicolás fue elegida la reina una linda chiquilla llamada Rafaela Solís Tapia, como podrá comprobar el inteligente lector, se trata de la hermana mayor del que este artículo firma, y ella, en parte, va a ser la protagonista de este relato.

Todos los actos programados para la feria se fueron desarrollando con toda normalidad. Toros, circos, atracciones, bailes públicos de sociedad y teatros, que en el avenida Gran Capitán había tres: el Teatro Circo –que después se llamó Teatro Duque de Rivas-, Gran Teatro y el Salón Ramírez; y precisamente en este local iba a ocurrir un hecho que iba a poner la nota triste de la Feria.

El Salón Ramírez era un edificio de una sola planta. Exteriormente tenía cierto parecido a los salones que se ven en las películas del oeste americano: en la puerta tenía como reclamo, unos muñecos mecánicos que hacían movimientos rítmicos sobre una pegadiza musiquilla de órgano, que congregaban gran cantidad de público, ya dentro, en la antesala o vestíbulo había en la pared unos grandes espejos que le cambiaba la figura a las personas que en ellos se miraban, produciendo el natural regocijo; en este local se daba cine mudo o cuadros, como le decía la gente, explicado con una bocina por el popular Saraguete: así como circo, varieté y teatro. Fue el escenario de los grandes éxitos de la artista cordobesa Enma Álvarez, que con el deseo de lanzarle lluvia de verduras, el público llenaba el local, y el empresario se embolsaba buenas, taquillas.

En aquellos días de feria estaba actuando en el Salón Ramírez una compañía de comedias, con gran éxito, y el último día de feria ponían en escena la obra titulada, El amor que huye. En un pasaje de la misma se tenía que oír un disparo, efecto que en el teatro se suple con un petardo contra el suelo, o con una pistola de fogueo desde bastidores. Aquella noche, alguien tuvo la mala idea de facilitarle al encargado de esos menesteres una escopeta cargada con un cartucho –quizás para darle más realismo a la cosa- y el hombre, ni corto ni perezoso, en el momento indicado, apunto hacia dentro de un pozo de agua de medianería – había muchos en Córdoba- disparó, con tan mala fortuna, que dio en la pared y de rebote, en el pecho de la recién elegida reina por el barrio de San Nicolás, señorita Solís, que se encontraba asomada al pozo, con el deseo de ver pasar a los actores, ya que la medianería daba a su domicilio, a la parte de la cocina de un bar-restaurante que tenía nuestro padre , exactamente frente de la Plaza de toros de los Tejares.

Ya se pueden imaginar lo que allí se formó, gritos, sangre, suspendieron la función, el bar abarrotado por ser feria, todos buscando un taxi, etc. Fue conducida a la casa de socorro situada entonces en el Ayuntamiento, que estaba en la calle Joaquín Costa. Corrillos, comentarios, teniendo en cuenta de que Córdoba era una ciudad pequeña, y que las reinas en aquellos días eran noticia en la prensa local y nacional, pues entre los premios recibidos el Ayuntamiento tenía a su disposición unos coches de caballos para que asistieran a todos los actos, dándole escolta una escuadra de guardias municipal. Pasados los primeros momentos, el accidente no tenía la importancia que se le dio al principio, y los perdigones, bastantes, quedaron alojados en el pecho de la infortunada joven, y se los fueron extrayendo poco a poco, y aún hoy le quedan algunos.

El asunto pasó al Juzgado, y el autor del disparo fue perdonado, ya que se demostró de que fue una imprudencia, pero que pudo costar una vida. El hombre pidió perdón, pues se trataba de un carrero de profesión que por las noches acudía al Salón Ramírez para ayudar en el escenario y buscarse de esta forma unas pesetas para su casa, y nunca pensó en la peligrosidad del acto.

El Salón Ramírez cambió algo de forma y de nombre, ya que lo cogió don Federico Vargas –dueño de Aquella Venta de Vargas- y puso una especie de café cantante denominado American-Bar, con varieté, destacando la popular muraga del genial cómico sevillano Regaera. Después la piqueta se encargó de echarlo abajo y en su solar tenemos hoy el Banco de España. La protagonista de este relato, afortunadamente aún vive, pero con muchos años...


Referencias

  1. . José Rafael Solís Tapia en Córdoba en Mayo, año 1985

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