Visita del doctor Fleming a Córdoba

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El Dr. Fleming
Cuando llegó el Dr. Fleming a Córdoba


El 9 de junio de 1948 fue un día inusual en Córdoba, -donde nunca ocurría nada importante- debido a la llegada del Dr. Fleming, el descubridor de la Penicilina. Se recuerda este hecho como algo que marca la vida de la ciudad. Por aquel entonces, toda España padecía la carencia de los medios de subsistencia necesarios para una supervivencia normal, todo como consecuencia de una prolongada posguerra. La llegada del eminente y prestigioso investigador, hizo renacer las esperazas sobre todo en el campo de la medicina, pues su descubrimiento llegó a infinidad de enfermos que no tenían solución de cura, en especial los afectados de tuberculosis que en aquella época era una pandemia en todo el país.

Por este motivo, la llegada del Dr. Fleming a Córdoba tenía doble significado, uno, agradecer en persona su labor investigadora, y otra, que el pueblo llano le manifestara su simpatía y respeto, como así se verificó.

Desde las primeras horas de la mañana, el pueblo comenzó a fluir a las inmediaciones del Puente Romano. A las once, el lugar de recepción se hallaba invadido por una masa de personas procedentes de todas las clases y estamento sociales, que se agolpaban en la Puerta del Puente haciendo difícilmente la entrada de cualquier vehículo, tan ingente multitud ocupaba incluso los altos de dicha puerta.

A las doce de la mañana, llegó la expedición procedente de Sevilla en la que venía el eminente profesor, el cual, al ser reconocido por la inmensa muchedumbre, fue saludado con una impresionante salva de aplausos y vítores salidos del corazón, como: ¡Olé torero! o ¡Viva la madre que te parió!.

El alcalde de la ciudad Rafael Salinas Anchelerga al frente de toda la corporación municipal dio la bienvenida en nombre de la ciudad al Dr. Flemig y a su esposa, que fue obsequiada con un precioso ramo de flores naturales.

Mr. Fleming, tenía un aspecto campechano, optimista y bondadoso; a pesar de su edad disfrutaba de una salud envidiable y un gran vigor físico, además de tener un sentido del humor que se reflejaba en su rostro de color blanco sonrosado. Su mirada era expresiva y penetrante manifestada en sus ojos azules. Los cabellos blancos como la nieve, con un mechón que le caía sobre la frente despejada, daban la sensación de estar frente un gran sabio. Todo ello inspiraba respeto, simpatía y a la vez admiración.

Vestía traje gris cruzado, a rayas, con camisa color violeta claro también a rayas y lazo o pajarita negra.

El recorrido desde el Puente Romano hasta la Mezquita se hizo harto difícil, entre las constantes aclamaciones del público que le rodeaba, para así poder gozar del privilegio de verle de cerca y continuar con los aplausos y vítores.

Todas las calles de la ciudad que recorrió del afanado Dr. fueron engalanadas en su honor. Parecía como si fuera el paso de la procesión del Corpus Christis.

Un modesto trabajador, consiguió llegar hasta el profesor Fleming exteriorizando su intensa emoción, diciéndole: - "Maestro, gracias a su invento, ha salvado la vida de mi hija. ¡Vale usted más que Manolete"!. En un gesto de agradecimiento le beso las manos dejándolas bañadas de lágrimas. Posteriormente una mujer volvió a reproducir la conmovedora escena.

En el Patio de los Naranjos en simpática estampa fue recibido por los niños y niñas cordobeses que portaban banderistas de bienvenida y vítores de alabanza. Así los menores demostraban como parte del pueblo su gratitud hacia el Premio Novel de Medicina del año 1945.

Mr. Flemig y señora, en unión de las autoridades y acompañantes visitaron la Mezquita-Catedral, esperando en el Arco de Bendiciones por el canónigo doctoral Narciso Tibau Durán que le explicó la joya cristiana y mora. Terminada la visita se dirigieron los distinguidos huéspedes al Museo Julio Romero de Torres donde fueron recibidos por el director del Museo Provincial de Bellas Artes, Enrique Romero de Torres. Recorrieron las diferentes salas, quedando maravillados de las pinturas donde se recoge la belleza de la mujer cordobesa.

Seguidamente, el doctor Fleming y acompañantes forasteros marcharon al Ayuntamiento, en cuyo lugar, se celebró el acto de recepción oficial, siendo nombrado el famoso bacteriólogo huésped de honor. El alcalde pronunció unas palabras llenas de satisfacción por su visita. El distinguido personaje respondió con un breve discurso en inglés, donde expresó la belleza de la ciudad y la gentileza y acogida de sus gentes. Nuevamente, una masa ingente de público estacionado en las puertas de la Casa Consistorial, le tributó una calurosa acogida, obligándole a salir al balcón principal para corresponder a esas demostraciones de afecto.

A las dos de la tarde fueron obsequiados Mr. Flermig y acompañante con una comida en el Círculo de la Amistad, donde acudieron unos doscientos comensales. Presidía el obispo Fray Albino y el renombrado doctor. A los postres el Jefe Provincial de Sanidad Cesar Sebastián en unas palabras de agradecimiento resaltó el trabajo que había aportado el gran investigador en beneficio de toda la humanidad. Terminada la comida el alcalde entregó al doctor Fleming un magnífico sombrero de ala ancha que se lo encajó en la cabeza al más estilo cordobés el famoso y popular sombrerero Diego Ruiz Moreno, el afanado profesor no se lo quitó hasta que se fue de Córdoba, haciendo gala de su proverbial campechanía. Ledy Flemig, fue obsequiada con una magnífica bandeja de filigrana en plata típica de la artesanía cordobesa. Ambos, agradecieron eufóricamente los regalos.

Durante la visita al Círculo de la Amistad Mr. Fleming saludó y departió conversación con catedráticos, profesores de la Facultad de Veterinaria y médicos prestigiosos de la ciudad, entre los que se encontraba entre otros: Diego Jordano Barea, Rafael Castejón y Martínez de Arizala y Rafael Blanco León que pertenecía a la Orden de la Cruz de Beneficencia, con quien tuvo posteriormente el distinguido inglés una amistad que se plasmó en continuada correspondencia.

Por la tarde Sir Alexandre Fleming, esposa, acompañantes y personalidades realizaron una excursión a Medina Azahara y Monasterio de San Jerónimo, donde fueron agasajados con un té inglés sus propietarios los marqueses del Mérito.

A las siete de la tarde, los excursionistas regresaron a Córdoba donde realizaron una visita a la III Exposición de Arte Taurino que fue del agrado del profesor Fleming. Por último, tocado del sobrero cordobés, el glorioso investigador inició su partida hacia Sevilla, no sin antes agradecer a las autoridades, personalidades y pueblo cordobés su grata estancia el la ciudad Califal.

Se puede afirmar con rotundidad que esta visita quedó hondamente incrustada en los corazones y mentes de los cordobeses, de forma, que fue un hito que quedó y perdura en el tiempo.


Testimonios

“Córdoba, ciudad de rango y prestigio universal, ha dispensado al doctor Fleming una acogida efusiva y cordial, engalanando su corazón y abriendo sus brazos para recibirlo con el afecto hondo y noblemente sentido que merece, quien consagra los esfuerzos de su talento y de su ciencia a salvar la vida de sus semejantes......
El doctor Fleming puede estar seguro de que su paso por Córdoba dejará un recuerdo grato en el corazón de todos. Que él lo lleve también de esta ciudad milenaria y que el cielo le colme de bendiciones....
¡Adiós, doctor! ¡Qué Dios os guarde!.


  • La despedida del doctor Fleming a los cordobeses la dejó escrita para que el Diario Córdoba la publicase, dice así:
“Deseo expresar mis más sinceras gracias al pueblo de Córdoba por la forma y entusiasmo con que nos han recibido. La ciudad alegre con colgaduras y en el pueblo con su alegría y entusiasmo. Especialmente he notado los niños cuyos vítores alegraron mi corazón.”
“Deseo a todos buena suerte y espero que nunca necesiten Penicilina”.

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